viernes, 19 abril, 2024

CUATRO INVITACIONES DE ADVIENTO (Lc. 21)

Hoy comienza el Año litúrgico con unas palabras de súplica y confianza:  A ti, Señor, levanto mi alma. Señor, enséñame tus caminos (Salmo 24)

Lucas, nos presenta con un lenguaje apocalíptico los miedos y la incertidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, tan vulnerables, que vivían en medio del enorme Imperio romano, entre persecuciones y conflictos constantes, con un futuro dudoso, sin saber cuándo llegaría de nuevo Jesús.

Es tiempo de espera confiada ante las adversidades, los conflictos, las soledades,… Una llamada constante a vivir despiertos cuidando la oración y la confianza.

Y es que estas palabras que escuchamos hoy, después de muchos siglos, nos vienen como anillo al dedo. Son llamadas que hemos de escuchar en medio de las dificultades e incertidumbres de estos tiempos que vivimos.

Muchas veces nos pasa como en la lectura, que vivimos como una anciana “encorvada” por los años, las luchas, los confinamientos, nuestras pequeñeces, miedos, infidelidades,… Vamos a veces “con la cabeza baja”, conocedores de nuestros errores y pecados, y atrapados frecuentemente en nuestros propios egoísmos y telarañas que nos entrampan y atenazan. A veces estamos tan abrumados que nos encontramos en un callejón sin salida.

Adviento es el momento de escuchar la llamada que Jesús nos hace a cada uno y cada una de nosotras. Escuchemos esa llamada a través de 4 invitaciones.

1.- «Levantaos, alzad la cabeza» vivir desde el ánimo y la confianza. No miréis al futuro solo desde vuestras seguridades, capacidades, cálculos y previsiones. Apoyaros los unos a los otros, nos salvamos todos juntos o no nos salvamos nadie. Como les dice Pablo hoy a los Tesalonicenses: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos. En estos días hablamos especialmente de sinodalidad, que nos coloca ante esta llamada. Parafraseando al P. Francisco la sinodalidad expresa la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino, en peregrinación hacia el Reino; subraya la necesidad y la belleza de caminar juntos, la dignidad común de todos los cristianos y afirma su corresponsabilidad en la misión evangelizadora.

2.- «Estad siempre despiertos». Despertad la fe en vuestras comunidades. No seáis comunidades dormidas. ¡Estad atentos! Que no os cojan desprevenidos. Sea cual sea nuestra situación, no os durmáis en los laureles, pues no sabéis ni el día ni la hora. Esto lo saben bien los jugadores de baloncesto, cuando trabajan duro en la pretemporada, en cada entrenamiento cotidiano. Necesitan estar preparados para dar el máximo en la cancha, pues no saben cuando los necesitará el equipo.

3.- «Tened cuidado de que no se os embote la mente». Hay maneras de vivir que impiden a muchas personas caminar con la cabeza levantada confiando en esa liberación definitiva. No os acostumbréis a vivir desde la indiferencia, con un corazón insensible, solo buscando llenar vuestra vida de cosas y placer, dando la espalda a Dios y a tantos hijos e hijas que sufren. Ese estilo de vida os hará cada vez menos humanos y a la larga más infelices.

4.- «Se acerca vuestra liberación». Llegará un día en que ya no viviréis encorvados, ni miedosos, ni oprimidos, ni desanimados, ni deprimidos. Jesús es nuestro Liberador, como prometía desde antiguo en boca de los profetas, como lo hace hoy con el Profeta Jeremías. Escuchamos de nuevo las palabras que Jesús nos dice a cada uno de nosotros en las bienaventuranzas.

Bienaventurados los pobres,
porque el reino de los cielos les pertenece.
Bienaventurados los que lloran,
porque serán consolados.
Bienaventurados los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Bienaventurados los compasivos,
porque serán tratados con compasión.
Bienaventurados los de corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos les pertenece.

Este tiempo de Adviento que ahora comenzamos es una llamada a ver como Dios está obrando en el mundo especialmente entre sus bienaventurados, descubriendo las señales del Reino de Dios que ya está en camino, que se hacen presentes en nuestra vida, entre tanto sinsentido, soledad, enfermedad, egoísmo.

Por eso en estas semanas que comenzamos a poner nuestro Belén en casa con los niños o a decorar el árbol, que no se nos olvide entre tanta figurita, bola de Navidad o regalo, que esperamos a un Dios que se encarna, que se hace uno de nosotros, que viene a liberarnos y que nos sigue llamando por nuestro nombre y desde el corazón.

Una llamada a estar alerta, a confiar, a no vivir de brazos cruzados, a no bajar la guardia, viviendo de espaldas a Dios. Nuestra espera y esperanza, nos mantendrá activamente confiados. Tenemos que estar preparados para salir a la cancha, en el quinteto titular o desde el banquillo para sumar juntos como equipo.

Éste es nuestro Adviento, un tiempo de confianza humilde, de un deseo que anhelamos, tiempo de ponernos en camino siguiendo una estrella, con los pies en la tierra, pero alzando la cabeza y la mirada al cielo.

Nuestro Adviento es un tiempo de esperanza cierta.

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