Vamos a la otra orilla (Mc. 4,35-40)

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El evangelista Marcos nos presenta hoy un pasaje breve de la vida de Jesús y sus discípulos que ejemplifica bien diversos momentos de nuestra vida actual, y por desgracia la de tantas personas que se han visto obligadas a dejar su hogar, hoy que conmemoramos el Día Mundial de los Refugiados. Jesús nos invita a dejar nuestras seguridades para salir de nosotros mismos, al encuentro de nuestros hermanos y hermanas, como Iglesia en salida. ¡Vayamos a la otra orilla!

En la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis, con una cultura y creencias diferentes. En nuestro mucho actual y en nuestras sociedades plurales y diversas se nos presentan un amplio abanico de tradiciones, de sabores, de encrucijadas. De repente, se presenta una fuerte tempestad, olas que golpean la barca. Salir de uno mismo, abrirse a lo desconocido, en ocasiones genera incertidumbre. Ante lo desconocido, las inclemencias del camino, suelen apremiarnos dos tendencias contrapuestas pero que en ocasiones se entremezclan, una es el miedo y otra la confianza.

Vivir desde el miedo, nos provoca angustia, bloqueos y reprimendas. «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». También hoy a la Iglesia y a nuestras sociedades nos invaden muchas veces el miedo a desinstalarnos, al fracaso, el miedo al futuro o a vivir como peregrinos y peregrinas. Es por esa razón, que no es extraño descubrirnos construyendo muros y vallas cada vez más altas que nos separan, o que necesitemos reafirmar una identidad de “formas” o de “trapitos” a la que agarrarnos, por miedo a que el agua llene nuestra barca y nos ahoguemos.

«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Estas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos también son dos preguntas que el Señor nos dirige a cada una de nosotras y de nosotros. ¿Por qué vivimos muchas veces anclados en el miedo a la hora de enfrentar tiempos cruciales, y nos cuesta confiar en Jesús? ¿Acaso nos hemos creído tan fuertes y autosuficientes, que todo lo hacemos bien, que no necesitamos de Dios? ¿No es el miedo a hundirnos el que nos está bloqueando? ¿Por qué buscamos seguridad en lo conocido, y no escuchamos la llamada de Jesús a «pasar a la otra orilla» para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo necesitado de acogida y hospitalidad con las personas que más lo necesitan, como las personas migrantes y refugiadas, en un mundo necesitado de esperanza?

Pero ante el miedo a la tempestad, algo importante les sorprende: vuelven sus ojos a Jesús con confianza. Comienzan a intuir una fuerza salvadora que no conocían y que es capaz de calmar la tempestad. Descubren que a su lado todo es posible.

Jesús nos sorprende a todos y obra el milagro. A su lado, con confianza, todo es posible. Una confianza, una fe que nos libera del miedo, la indiferencia y la cobardía, y nos invita a caminar junto a Jesús y con sus hijos e hijas más vulnerables, a ser compañeros y compañeras de Jesús.

Caminando con Jesús, todo cobra sentido, encontramos la alegría de compartir, de conocer personalmente sin máscaras o parafernalias a Jesús y a nuestros hermanos y hermanas. Es en el camino, a la intemperie, donde nuestros miedos y cobardías se comparten y relativizan, donde se abre nuestro hogar a la hospitalidad y se obra el milagro del encuentro fraterno. Juntos llegaremos a la otra orilla.