Los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados (San Juan de la Cruz).
Esos ojos que tuvieron también dibujados en las entrañas Juan, Andrés y Pedro, tal como nos lo presenta el Evangelio de Juan en el capítulo 1 versículos 35 a 42. Es un texto que debemos leer con el corazón y en el que ocupan el primer lugar las miradas. La escena del seguimiento de aquellos dos discípulos que dejan a Juan el Bautista y siguen a Jesús está atravesada de manera muy viva por el intercambio intenso de miradas: de Juan hacia Jesús (v. 35); de Jesús a los dos discípulos (v. 38); de los discípulos a Jesús (vv. 38-39. El evangelista utiliza verbos diferentes, pero todos cargados de distintos matices, de intensidad; no se trata de miradas superficiales, distraídas, fugaces, sino más bien de contactos profundos, intensos, que parten del corazón, del alma. Es así que Jesús, el Señor, mira a sus discípulos y nos mira a nosotros; es así también que nosotros deberíamos aprender a mirarlo a Él. De manera especial es bello el verbo que abre y cierra el pasaje: “fijar la mirada”, que significa literalmente “mirar dentro”.
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