José Tolentino de Mendonça
CARD. ARZOBISPO ARCHIVISTA Y BIBLIOTECARIO DEL VATICANO
Después del aislamiento no viene necesariamente la compañía o el de-seo de ella. Esto es lo que muchas personas experimentan, en mayor o menor medida, en estos tiempos de pandemia. Los meses de aislamiento forzado por las circunstancias de salud, con la drástica reducción de las rutinas de sociabilidad, incluso en el entorno familiar, sin poder acompañar, saludar o abrazar, la extrañeza de las visitas y el condicionamiento de los encuentros han generado no solo una necesidad eufórica de relanzamiento. Unido a ello, también tenemos que lidiar con una sensación de infelicidad, que desencadena malestar y miedo. Después de estos casi dos años estamos más fragmentados, nos sentimos más bien jirones, nos encontramos con el desamor, y la tentación es funcionar en una lógica insular, agravando el abandono y dejando en suspenso las dinámicas que hacen de la existencia un archipiélago. Y no es solo un mal generacional que ataca a los mayores: es una experiencia que penaliza a cualquier edad.
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