Qué extraordinaria riqueza espiritual se encuentra en esta página del Evangelio de Juan (Jn 20,11-23). El episodio tiene una especie de empuje vocacional, lo que quizá sorprenda, porque estamos acostumbrados a situar las llamadas vocacionales al comienzo del discipulado, como un momento embrionario de nuestra historia. Pero, a decir verdad, un cristiano está siempre en embrión. Nuestra vida es una sucesión de nacimientos.
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