Quede con Dios

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Así me despidió un taxista, no hace mucho. Me sorprendió, me agradó, me gustó. Y me pregunté si a todas las personas a las que lleva en su taxi, las despedirá igual. Porque vivimos en un mundo donde a Dios casi no le damos espacio y, este taxista le hizo un hueco visible y sonoro.

Esta expresión con la que fui despedida por ese buen hombre, era típica de hace mucho tiempo. Nuestra literatura clásica de siglos precedentes está llena de expresiones parecidas. No cabía mayor ni mejor deseo, y era tan propia de pobres como de ricos. Dios era el centro de la vida. Y se notaba.

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