Jolanta Kafka
MISIONERA CLARETIANA (REUS, ESPAÑA)
Esta exclamación –¡qué diversos y qué diferentes somos!– es frecuente en muchas situaciones eclesiales y sociales.
Recuerdo haber visto hace años un florero en la capilla con flores de varios colores. No respondía a mis cánones de belleza o de armonía. ¡Qué raro! Me sorprendo y me digo: “Quien lo ha preparado seguramente tenía su visión”. Pero se adelanta mi hermana y, señalando el florero, exclama: “¡Qué diferentes somos! ¿Cómo se le ocurre poner las flores así?”. Le respondo: “Seguramente tenía su visión. Cuando ella mira nuestros floreros, seguramente dice lo mismo: ¡qué diferentes somos!”.
La diversidad no se puede negar. Lo difícil es abrazarla.
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