NÚMERO DE VR, OCTUBRE 2023

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¡Hasta siempre!

No es una frase hecha, porque ahí continuaremos y seguiremos soñando un «todavía mañana».

Ha sido un placer servir como director de Vida Religiosa los últimos 15 años… Un tiempo tan largo y fecundo que me provoca auténtico vértigo, agradecimiento, tranquilidad y mucha alegría. Ha llegado el momento de «pasar página» y lo hago sin ningún tipo de nostalgia. Cedo el testigo a Gonzalo Fernández que, estoy seguro, vivirá este servicio con creatividad y lucidez.

Sería imposible recoger en unas pocas líneas todo lo vivido en estos 15 años. Además de pretencioso, caería en omisiones injustas. Lo primero que me viene a la mente es la vida de quienes siempre habéis estado ahí y el proceso imparable de renovación y búsqueda que he percibido en tantas mujeres y hombres compañeros de camino: Consagrados, laicos, pastores… Siempre he encontrado acogida, receptividad y generosidad. He podido contar con colaboraciones de autores y autoras que, en los cinco continentes, estáis dándolo todo por una causa noble, el Reino de Dios, siempre realizado en el encuentro, la sanación, el consuelo y el pan regalado. He podido palpar la confianza en el Espíritu, más allá de toda desesperanza y dificultad. Me habéis posibilitado la reflexión, el crecimiento personal y el cuidado. He disfrutado la riqueza de los carismas en su pluralidad y fecundidad. He aprendido de vuestros procesos de reorganización, de vuestra creatividad e innovación. Conozco vuestras luchas por el «más y mejor» para servir al débil: en la escuela, el hospital, la parroquia, el dispensario, la calle y la plaza. He comprobado cómo los carismas son fecundos fuera de la notoriedad, publicidad o exposición. He conocido muchos cenáculos que son el auténtico corazón del mundo. Me he emocionado con los gestos y gestas de martirio. Algunos llevados a sus últimas consecuencias; los más, sosteniendo una confianza infinita en el Espíritu que gobierna la historia y el mundo. Me habéis regalado amistad, confidencias, lecciones de cómo Dios pasa por vuestras vidas y os hace mujeres y hombres nuevos. Cuento con la cercanía de consagrados viejos que no han envejecido y de jóvenes que no se han acomodado. Participo con un gran número de consagrados y consagradas de mediana edad que siguen manteniendo el brillo de la novedad en medio de un ritmo de trabajo y responsabilidad notables. Admiro a quienes están dando lo mejor de sus vidas en un servicio de liderazgo generoso, participativo, plural, consecuente y valiente. Me impresiona el testimonio de cuantos siguen alabando y bendiciendo y agradeciendo, en medio de la enfermedad, la soledad o la incomprensión.

Estos años han sido apasionantes, llenos de vida y ocupación. Ha cambiado significativamente el mundo y la sociedad, la Iglesia y, por supuesto, la vida consagrada. Se han sucedido acontecimientos inéditos que dejarán secuelas para siempre. Hemos ganado libertad y debilidad. Hemos abierto el pensamiento y la vida. La vida consagrada sabe que no puede ni debe pensarse sola, que «compartimos barca» con la humanidad en donde adquirimos sentido. Hemos entrado en el Evangelio de la participación y la corresponsabilidad. Hemos aprendido a dejarnos mirar y enriquecer. Hemos empezado a pronunciar expresiones guardadas y ya «pedimos perdón» sin vergüenza, por lo que en el pasado ni fue acertado, ni oportuno, ni sano. En estos últimos 15 años la vida consagrada ha hecho un viaje interesante hacia el reconocimiento de la mujer como generadora de transformación y fecundidad; hacia la minoridad; sigue aprendiendo en sinodalidad; se está situando en el «rincón indispensable» del carisma dentro de la Iglesia que ilumina la comunión, y está haciendo gestos inequívocos de renuncia al poder, la preeminencia y el privilegio… En estos 15 años la vida consagrada ha sabido cuidar la reflexión, el estudio y la serenidad… y se ha hecho más humana.

Así he vivido estos 15 años desde el mirador privilegiado que es la Revista Vida Religiosa. Seguirá siendo luz para el mañana y reflejo de lo que hay; con sitio para todos, propositiva y al día. Estoy seguro. Por tanto, y por todo, ¡gracias y hasta siempre!