Aprender a cuidar

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Quizá el elemento cultural más fuerte del presente sea la herida. La propia pandemia –y ahora la devastadora experiencia de la guerra– pone al descubierto una vulnerabilidad global que no queríamos ver y obliga a las sociedades en su conjunto a enfrentarse a viejas y nuevas heridas. La vulnerabilidad asociada a la experiencia humana pide, de hecho, ser leída como una realidad más intrínseca, transversal y vasta. Hay un déficit estructural de atención, que viene de lejos. No es de extrañar, pues, que la necesidad de reconocer la herida, de narrarla, de situarla en el centro del debate público, de atenderla y de hacerle justicia se haya convertido en una aspiración tan fuerte en nuestro tiempo.

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