MIRADA CON LUPA

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Entrevista con el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, OFM Arzobispo Emérito de Sevilla

«La Nueva Evangelización pide creatividad para dialogar también con los indignados que están dentro de la Iglesia…»


Carlos Amigo Vallejo es un religioso, arzobispo y cardenal de la Iglesia. Su carnet dice que está jubilado; su vida, sin embargo, nos dice todo lo contrario. El franciscano Amigo está activo, ágil y comprometido. En esta entrevista para VR nos abre el corazón y recorre su larga historia desvelando la profunda esperanza en el momento presente de la evangelización.

Ha desempeñado muchos servicios en su congregación y en la Iglesia y eso le da una visión privilegiada… ¿Cuál es el estado de salud de la vida religiosa?
En primer lugar cuando hablamos de vida religiosa o de vida consagrada debemos tener presente que se trata de una realidad universal, a veces pensamos y juzgamos a la vida religiosa por lo que está sucediendo en nuestra comunidad, en nuestra provincia o en el país donde vivimos y esto nos da una visión poco acertada, con frecuencia sesgada y desde luego, en ocasiones, ajena a la realidad. En un país en o en una parte del mundo puede que haya auténticos problemas, pero esto no quiere decir que esa congregación, que es universal, tenga este mismo problema en todos los países del mundo. Por tanto, lo primero y necesario es tener un sentido universal católico de la vida religiosa.

 

Está claro, entonces, que la vida religiosa no se encuentra en proceso de extinción como vaticianan algunas voces…
Las obras eternas solamente las hace Dios y nosotros tenemos que estar trabajando como si fuéramos eternos; aunque pasado mañana tengamos que cerrar una “tienda”, pero el que cerremos una “tienda” en este pueblo no quiere decir que se ha terminado ese instituto o esa congregación

¿Qué lectura hace un Cardenal de la Iglesia de la mayor implicación del laicado en la misión?
En el sínodo de los obispos, en el documento de la exhortación post sinodal que vino después Vita Consacrata, se hablaba de las congregaciones religiosas y de cómo éstas debían compartir su carisma y sus actividades apostólicas con los laicos, es decir, que aunque tuviéramos vocaciones suficientes para atender nuestras propias obras no debíamos capitalizarlas para nosotros. La implicación del laicado no es una estrategia de la vida religiosa sino que el carisma que hemos recibido está llamado a ser compartido también con los laicos.

Volvamos a la vida religiosa. Hay un dato innegable: está muy envejecida en algunas latitudes, ¿Qué lectura esperanzada podemos hacer de esta situación?
En un sentido terapéutico e ideológico la crisis supone que se ha roto la enfermedad y comienza el proceso de curación. Creo que empleamos palabras biológicas que no tienen sentido en la teología, y entonces parece que hacemos biologismo de la vida de la Iglesia o de la vida consagrada. A veces utilizamos términos como “involución” y otros, que en realidad no son términos teológicos son biológicos… Cuando se habla de crisis de la vida religiosa, hay que admitir que puede haber problemas y, a veces, graves, sin embargo, no podemos generalizar ni pensar que los problemas son catástrofes, pues los problemas deben ser incentivos para buscar soluciones y para abrir los ojos.
Desde luego, aquí es necesario recordar lo que dijo Dios a Job: “Tu pasado ha sido esplendido pero tú no te puedes ni imaginar lo que Dios es capaz de hacer contigo en el futuro”.
 Más concretamente en España tenemos comunidades que por su edad o por sus achaques podrían estar ya cómodamente descansando, sin embargo, continúan manteniendo auténticas obras extraordinarias. Pienso, por ejemplo, en las Hijas de la Caridad y en todas las instituciones de caridad que se están manteniendo con las pensiones de las hermanas mayores que cobran su jubilación, en su mayoría no contributiva, pero, no solo eso además están trabajando en aquello que todavía pueden hacer. También ocurre en la enseñanza, un ministerio maravilloso, en colegios donde la plantilla de profesores era prácticamente de la congregación ahora lo llevan los seglares preparados para ello y los religiosos siguen desempeñando otras tareas. La vida religiosa no se ha replegado de ninguna de las maneras, lo que ha hecho es reavivar esa fuerza de la vocación para reconvertir sus obras y sus acciones… Y esto, no solo no lo podemos negar, sino que es algo evidente. Es verdad que hay problemas, como cuando no llegan las vocaciones deseadas, pero también es verdad que a veces no sabemos retenerlas, educarlas y entusiasmarlas con el carisma del propio instituto. A esto hay que sumar las dificultades a la hora de encontrar las personas adecuadas para dirigir la comunidad, la provincia o el instituto… la vida religiosa ha comenzado un proceso de reagrupación y de aunar fuerzas, por eso, usando un símil deportivo no podemos afirmar que la vida religiosa haya tirado la toalla, todo lo contrario. (Entrevista completa en VIDA RELIGIOSA /NOVIEMBRE 2012-nº9/vol113)