NUEVO LIBRO DE PASTORAL JUVENIL

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«La generación Z conecta bien con la originalidad de los carismas, lo suyo es aprender haciendo»

Jesús Rojano, profesor del Instituto Superior de Pastoral, nos ofrece en esta nueva publicación «Cultura actual y pastoral juvenil 2» claves para el diálogo pastoral con los jóvenes

Su reciente libro sitúa la pastoral juvenil justo en nuestro momento y nuestra circunstancia de convivencia con la Covid. Explíquenos su pretensión

El libro recopila sobre todo artículos que he ido publicado en diversas revistas desde 2016 hasta ahora. Me di cuenta que había una línea de continuidad entre todos ellos y merecía la pena publicarlos juntos y en un cierto orden. Ofrezco sobre todo un análisis de la actual situación cultural con sus retos y posibilidades para la acción pastoral y una serie de propuestas para la pastoral juvenil. Creo sinceramente que las propuestas de esencialidad, discernimiento y sinodalidad, formuladas durante el proceso sinodal del Sínodo sobre los jóvenes de 2018, y que se encuentran tratadas de diversas formas en el presente libro, pueden ser muy oportunas para nuestro complicado presente y el futuro inmediato. La pandemia nos obliga precisamente a ser más esenciales en nuestras propuestas y acciones pastorales (quizá haya que hacer menos cosas pero con más calidad), hay que discernir de modo profundo y consistente por dónde caminar durante y después de la pandemia y tenemos la oportunidad de asumir que “nadie se salva solo”, tampoco en la pastoral, y de ahí la necesidad de la sinodalidad.

Christus vivit supone una nueva concepción en el diálogo evangelizador con los jóvenes. Según usted, ¿qué transformación impulsa?

En uno de los capítulos de este libro se aborda explícitamente esa pregunta. Christus vivit impulsa sobre todo la sinodalidad en el modo de concebir y llevar adelante la pastoral juvenil. También pide escuchar con sinceridad a los jóvenes, poner el acento en el anuncio del Evangelio, favorecer que los jóvenes no sean solo destinatarios sino también sujetos de la pastoral juvenil, potenciar una pastoral juvenil más popular (menos elitista) y misionera, profundizar el discernimiento, priorizar el acompañamiento y la formación de calidad de agentes pastorales.

¿Cree que en la vida consagrada hemos pasado de la honda preocupación por la ruptura con los jóvenes a un sincero diálogo con esta realidad? ¿Hemos cambiado estructuras y estilos?

Resulta difícil dar una respuesta general a esta pregunta. Hay experiencias puntuales aquí y allá que son una muestra de “buenas prácticas” que imitar y multiplicar, de una apertura de las comunidades a los jóvenes. Pero creo que cuesta bastante ese cambio y transformación de las estructuras y estilos para hacerlos más flexibles. La edad también es un condicionamiento importante. Por eso creo que en pastoral juvenil es más necesaria que nunca la llamada “misión compartida”.

Seguro que percibe puntos de conexión entre la vida consagrada y los valores que manifiesta la denominada generación Z. ¿Cuáles son para Usted?

Me cuesta encontrar puntos de conexión entre las actuales comunidades de vida consagrada y la Generación Z. Otra cosa es si pensamos en el impulso original de la vida consagrada, esto que denominamos “la vuelta a las fuentes”. Los grandes fundadores y fundadoras se parecen a la Generación Z en el espíritu de emprendimiento, en la flexibilidad de vida, en la atención a la realidad y lo que esta pide en cada momento, también en saber aprender sobre la marcha. El ejemplo lo hemos oído muchas veces: un chico o chica de la Generación Z no se lee el manual de su nuevo móvil para aprender a usarlo; más bien aprende cómo funciona experimentando con los botones y las posibilidades de la interfaz  (“aprender haciendo”). Eso me recuerda mucho la agilidad y capacidad innovadora de los fundadores y fundadoras de la vida consagrada.

¿Qué valoración general hace de la pastoral juvenil que está realizando la vida consagrada?

Como ya he dicho, hay iniciativas puntuales (normalmente ligadas a personalidades concretas carismáticas que conectan bien con los jóvenes) muy interesantes, y a la vez cierto cansancio y desconcierto en las instituciones más clásicas. Pienso (y me puedo equivocar) que la sensación general que tenemos es más pesimista de lo que luego hay de verdad, que no es el desierto total que veces creemos. Hay más oasis de lo que se ve a simple vista. Una de las claves para mejorar es que nos creamos las líneas esenciales del Sínodo de 2018.

¿Qué interpretación esperanzada nos puede ofrecer sobre la situación vocacional de la vida consagrada?

La situación es difícil, no nos podemos engañar. Dicho eso, también creo que en este campo deberíamos dejarnos iluminar por lo que ha dicho el Sínodo de 2018 y lo que ha escrito el papa Francisco en Christus vivit. Allí se habla de una “antropología del don” como enganche vocacional. Los jóvenes son sensibles a la acción social y los voluntariados. Hay que acompañarlos en dichas acciones para ayudarlos a plantearse opciones vocacionales de futuro. Acompañar, estar, hacerse cercanos… no hay otro camino. Y luchar por hace más creíbles nuestras comunidades e instituciones.

Cuando los religiosos hablamos de jóvenes probablemente estemos refiriéndonos a grupos muy concretos y de algún modo vinculados a nuestros carismas. ¿Qué percepción tiene del mundo juvenil que no está en la Iglesia?

Como leemos en Christus vivit, “la juventud no es algo que se pueda analizar en abstracto. En realidad, ‘la juventud’ no existe, existen los jóvenes con sus vidas concretas” (ChV 71). O también: “Existe una pluralidad de mundos juveniles, tanto es así que en algunos países se tiende a utilizar el ‘término ‘juventud’ en plural” (ChV 68). Por eso no se puede dar una visión de conjunto del mundo juvenil que no está en la Iglesia, que en España por ejemplo es ya una considerable mayoría. Parafraseando una famosa afirmación de Heidegger, podríamos decir que este mundo juvenil extraeclesial y los religiosos y religiosas habitamos en “colinas lejanas”, o “ciudades invisibles” distintas. Nuestro esfuerzo debe ser acercarnos a ellos. El propio Papa ha afirmado que “los jóvenes, en las estructuras habituales [eclesiales], muchas veces no encuentran respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas” (ChV 202).

¿Eclesialmente estamos preparados para pasar de proponer a los jóvenes, a vivir con ellos? ¿Qué sugiere?

En Evangelii gaudium 105 el papa Francisco afirmaba que “a los adultos nos cuesta escuchar a los jóvenes con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden”. Hoy en España y en Europa la mayoría de los religiosos somos muy adultos. Y también se nos aplica, lógicamente, la frase recién citada. Esa es la preparación que nos falta, seguramente. Hay un problema de tipo cultural: son dos modos distintos de hablar, de pensar, de sentir, de interpretar la realidad… Estamos ante un episodio más de la ruptura entre fe y cultura moderna, de la que hablaba ya en 1975 el papa Pablo VI en Evangelii nuntiandi, n. 20. La sugerencia solo puede ser acercarse con humildad a ellos y a ellas, hacerse “todo para todos”, que diría san Pablo.