Juan Carlos Martos, cmf
La Cuaresma invade casi todo el calendario de marzo. Es un tiempo preparatorio para la Pascua del Señor. La sabiduría del Evangelio nos emplaza a vivirla ejercitando el ayuno, la oración y la caridad. No son ejercitaciones independientes entre sí. Las tres son expresión del amor. Nuestro retiro entronca con este ambiente cuaresmal y nos centra en el primado del amor.
Sigue siendo actual la pregunta que hace tiempo el papa Francisco nos hacía a los consagrados: “Jesús… ¿es realmente el primero y único amor, como nos hemos propuesto cuando profesamos nuestros votos? Solo si es así, podemos y debemos amar en la verdad y la misericordia a toda persona que encontramos en nuestro camino”1. Nos la debemos formular cada uno y siempre. No solo en Cuaresma. Los comentarios que aquí se proponen tienen el único fin de que a la pregunta anterior podamos responder con palabras de Casaldáliga, obispo y poeta: “Si he amado, Señor, a Ti te he amado”.
Lo único necesario
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