VIENE

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Un año más se acerca el tiempo de Adviento. Faltan pocos días para empezar el nuevo ciclo litúrgico con el que se inaugura la esperanza para la humanidad, este tiempo tan significativo y simbólico para la vida de todo creyente y de los religiosos y religiosas en particular. Pertrecharnos de esperanza, de sentido, de presencia… seguros en la certeza de que Jesús viene para ser esperanza “contra toda desesperanza”.

Cuando nos disponemos a preparar con mimo la corona, los símbolos, imágenes y oraciones que acompañarán nuestro Adviento nos encontramos con las calles repletas de adornos navideños, loterías, alumbrados…

Parece que hoy, hombres y mujeres, necesitamos vivir acontecimientos de alta intensidad, muchos y variados, no caben los períodos intermedios, los procesos… todo tiene que ser aquí y ahora. Sin embargo, nuestro Dios necesitó preparar un hogar, un pueblo, un escenario donde nacer y vivir, unos treinta años para ejercer su ministerio público, estar en el desierto, silencios y palabras, tiempos y espacios… Posiblemente necesitemos percibir el tiempo no como una amenaza voluble sino como un lugar ancho de espera donde se armonicen personas, rostros, gestos, escucha, recogimiento, contemplación…

Quizá nuestras agendas estén ya programadas y llenas de grandes acontecimientos hasta 2015. Pero tal vez no hemos anotado cuándo vamos a “perder el tiempo”. Y así, aunque afirmemos que vivimos en una sociedad sin tiempo, nosotros, el nuestro, lo tenemos a buen recaudo.

La sorpresa y la esperanza caben en el Adviento. No adelantemos acontecimientos. Aunque oigamos villancicos en Adviento o saetas en Navidad… tiempo al tiempo.

Feliz Adviento 2012.

 

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