Quizás hayas leído un libro titulado brillantemente: Es vida y es religiosa (de A. Potente, en Paulinas). Y esa vida tiene que traslucirse en pequeños detalles de cada día, algunos «previsibles» y otros completamente alienígenas.
Por ejemplo, hace poco, uno de los jóvenes hermanos que acaba de realizar su profesión perpetua (¡gracias, buen Dios!) me dice: «mira lo que pedí a la comunidad por la perpe». Y me muestra… una aspiradora, una de esas automáticas, redondas, que van dándose golpes contra las paredes y que limpian ellas solas mediante sofisticados sistemas.
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