Palabras de moda o trending topic
Los nombres, los lugares, las ideas, los conceptos y sus términos también sucumben a la moda y penetran en la Iglesia y en la vida religiosa con más o menos fortuna.
En realidad, sabemos que hablar de algo a tiempo y a destiempo significa, en muchas ocasiones, que nos preocupa e inquieta, necesitamos, buscamos y soñamos… Pero no podemos quedarnos en los discursos o encuentros, en las reflexiones sin acciones concretas.
En la Iglesia hoy es trending topic hablar de sinodalidad, el deseo de ser “Iglesia sinodal”. También en la vida religiosa ha entrado con fuerza el deseo de la sinodalidad. La sinodalidad implica incluir, sumar, acoger, participar, compartir, decidir, escuchar… un modo de ser y organizar que permite que toda persona se sienta llamada a participar como miembro activo y a servir desde su personal vocación.
Pero los términos pueden quedar vacíos en la práctica, o circular como ideas prefabricadas como dice el papa Francisco sin penetrar la realidad, es decir, las estructuras y relaciones que conforman la vida de cada día que es posible sigan sin experimentar la transformación esperada.
Para mí, hay una idea clave que no podemos olvidar, –lo expreso en tres verbos que nos pueden ayudar a entender–: comprometer, responsabilizar e implicar a los miembros de la comunidad, de la organización, del grupo… en la toma de decisiones. La comunidad es encuentro en-por-con Cristo en el que todos nos sentimos llamados a colaborar, a participar, a recrear; encuentro al que todos hemos sido personalmente convocados por Cristo con nuestra personal riqueza y límites.
La comunidad –la familia religiosa– es creación siempre nueva, original y única cuando cada uno de sus miembros se siente personal y comunitariamente comprometido, corresponsable e implicado en su proyecto, es decir, en la reflexión y elaboración de su forma de ser y estar en su entorno. Tomar decisiones de antemano no ayuda a avanzar hacia la sinodalidad; no permitir ser cuestionado o cuestionar decisiones no favorece el compromiso, la responsabilidad y la implicación. Los líderes o guías orientan el camino; pero su misión no consiste en uniformar ideas, acciones o proyectos, sino más bien en impulsar el potencial creativo de cada persona para que todos recorran el camino armónicamente, sin sentirse excluidos, inhibirse o convertirse simplemente en sumisos siervos. La plenitud consiste en llegar a ser lo que Dios quiere de cada uno de nosotros y a servir allí donde Él nos quiere.
La sinodalidad será a todos los niveles en la Iglesia o no será. La sinodalidad comunitaria contagia entusiasmo y motivación al seguimiento y la misión. La vida religiosa, estructurada de forma excesivamente jerárquica, debe buscar nuevas formas de vida comunitaria que incluyan e integren a todos, que experimenten la diversidad y la diferencia como riqueza y no como amenaza. La sinodalidad está abierta a la novedad y a la sorpresa del camino, nos lo recuerda la parábola del buen samaritano; para ello habrá que abandonar la seguridad y comodidad de lo conocido, y dejar que el Espíritu tome la iniciativa para formar personas libres, adultas, fieles y felices en su vocación.
El valor de la palabra es hoy en día muy cuestionado. De creer en la palabra pronunciada, se pasó a la palabra escrita rubricada con la firma y testigos; hoy la burocracia exige que la firma sea legalizada por otras organizaciones para considerarla válida. Los intereses personales o de grupo han dado lugar a la corrupción, la mentira y han creado la desconfianza… Que no sea así entre nosotros, que nuestra palabra sea promesa en acto, que nuestras actitudes y acciones diarias reflejen nuestro seguimiento a Cristo pobre, obediente y casto. No hablamos de trending topic o I like, hablamos de sinodalidad en camino, de acogida fraterna y escucha.
Una comunidad sinodal une a sus miembros en relaciones humanamente cordiales, respetuosas y sinceras y espiritualmente profundas, a través de palabras claras y transparentes, de conversaciones significativas que se traducen en actitudes y acciones evangélicamente comprometidas, muy lejos de la pasividad o el mero cumplimiento. En camino, porque quizás no estamos acostumbrados a ello, porque necesitamos desprendernos de formas muy arraigadas en nuestra historia… porque la vida va abriendo caminos hasta ahora nunca imaginados.
Los hermanos o hermanos en comunión sinodal comparten sus talentos personales para que den fruto abundante. Este es el signo del Espíritu, la novedad que huye de los estereotipos y se deja sorprender, que acoge los nuevos lenguajes, que cree en la bondad de tantos hombres y mujeres que entregan su vida por sus prójimos.
La sinodalidad empieza en la comunidad, con quienes comparto el día a día, las alegrías y las dificultades, la fiesta y los conflictos, la misión y la oración. Mirad como se aman, porque el aprecio y la estima entre los hermanos y hermanas se respira al entrar en casa.