Dios con nosotros

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Feliz Navidad porque la esperanza de todos los tiempos, el Niño de Belén, nos trae la salvación. Dios insiste en salvar a la humanidad, año tras año celebramos su nacimiento porque somos un poco desmemoriados, porque pensamos en Dios con categorías humanas y creemos que Él también es algo olvidadizo.

No, el Niño de Belén, el joven de Nazaret y el Resucitado de Jerusalén permanece siempre con su pueblo, el de ayer, el nuestro de hoy, y el que todavía no ha llegado.

Aquí estamos nosotras y nosotros, la vida religiosa para anunciarlo, para hacerlo presente los 365 días del año… Que seamos salvación para la humanidad allí donde hemos sido enviados, esperanza para el que no confía en un tiempo mejor, alegría para el que lo ha perdido todo, compañía para el que busca sosiego, cariño para el abandonado…

Jesús nace para toda la humanidad, no hay razas, ni creencias, ni lenguas que nos hacen más o menos merecedores del gozo de esta dicha; es la humildad del que escucha la Palabra, sigue en la negra noche la estrella, se acerca al pesebre; se arrodilla ante un niño y una madre, y un hombre que mira protector tanta hermosura humana y tanta gracia divina, imprecisa, sí, pero Palabra que viene de lo Alto… la que nos descubre que un Niño nos salva.

El Niño de Belén, nuestros niños, los que se educan en nuestras escuelas, los que yacen enfermos en tantas camas de hospital, los abandonados o explotados, los que no llegan a nacer… son nuestro Jesús que pide posada, que pide el amor de María y José.

Damos vida como Jesús dio la Vida, abrimos caminos porque Jesús es el Camino, anunciamos la Verdad: el Hijo de Dios, nuestro Padre, ha venido a salvarnos.

Nuestra misión es mostrar a Jesús que sigue amando con nuestra ternura, que no se cansa de perdonarnos con nuestra compasión, que sana las heridas del alma y del cuerpo con nuestro abrazo.

Muchos no han leído el Evangelio, no conocen a Jesús, pero sabrán que fue alguien bondadoso, alguien excepcional… cuando nos vean a nosotros que creemos en Él haciendo el bien, acogiendo a todos, dándonos sin medida…

Entonces, Jesús vuelve a nacer para el mundo.

Jesús ha venido a salvarnos, permanece entre nosotros en el silencio de lo cotidiano, de Nazaret, junto a María y José. La vida religiosa es la vida de hombres y mujeres que en su cotidianidad, fieles al Evangelio contemplado y rezado, son manos, palabra, silencio, mirada… del mismo Jesús, el Salvador. La vida religiosa es hogar de Nazaret que, como María y José muestran al Niño humano y divino, señala hacia el Misterio todavía oculto y colabora y sirve al Señor que nos ha llamado primero y nos envía. La vidad religiosa actualiza el misterio de la Navidad cada día del año, poniendo en el centro de su vida a los más pequeños del mundo, a los indefensos, a los vulnerados.

Navidad es la fiesta de Jesús Niño, de todos los niños, de los que no quieren perder el corazón de niño. Navidad es un tiempo entrañable, capaz de despertar la ternura y la bondad del corazón humano. En Navidad, Dios con nosotros nos convierte en hermanos y hermanas suyos y hermanos y hermanos entre nosotros, los cercanos y los más alejados.

Feliz Navidad a todos mis hermanas y hermanos en la fe, a todos los religiosos y religiosas empeñados en la misión del Señor, a los que no creen en el milagro de la fe, a todos los hombres de buena voluntad en el mundo de cualquier religión y cultura, a todas las familias del mundo… Paz y Amor para todos, porque sois mis hermanos y hermanas, hijos hijos e hijas del Padre.

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