Es el momento de desarrollar y cuidar los encuentros significativos que propicien la comunidad posible para la vida, la persona y la misión en nuestro tiempo
Luis A. Gonzalo Díez, cmf
Director de VR
En los años que llevamos de siglo XXI hemos vivido –y estamos viviendo condensados– acontecimientos que podrían llenar siglos. La sucesión vertiginosa del tiempo pone en cuestión las estructuras estables de la modernidad en la sociedad, en la Iglesia y, por supuesto, en la vida consagrada apostólica. Nuestras estructuras comunitarias proceden de otro tiempo marcado por patrones comunitarios de impronta principalmente jesuítica, mezclados con esquemas de tipo monástico en los que predominaba un ascetismo rígido, la uniformidad, las prácticas espirituales y devocionales, la observancia regular1.
This content is locked
Login To Unlock The Content!