Mercedes Leticia Casas, Presidenta de la CLAR
Hoy la pregunta es: ¿Cómo estamos donde estamos?
Mercedes Leticia Casas Sánchez es mexicana, Hija del Espíritu Santo y Presidenta de la CLAR. Desde hace nueve años es la Superiora General de su congregación. Una mujer de gestos claros. Combina, con estilo, la ternura con la firmeza. Sin duda, un rostro de la «reforma de la vida religiosa». Una mujer joven que ofrece sabiduría, porque confía en el Espíritu que habla en este tiempo desde una vida religiosa viva y fuerte, unas veces; frágil y herida otras, pero siempre significativa. Sigue creyendo en la persona; es el «lugar de la renovación» –nos dice–. Pero lo mejor es que no lo sabe todo, vive abierta a la sorpresa y en actitud de espera.
Con 45 años sus hermanas la eligen Superiora General. ¿Cómo valora esta experiencia de servicio?
Está siendo una experiencia de mucha gracia y de aprendizaje. Me ha ayudado mucho el haber sido testigo de otras hermanas de mi congregación que vivieron su servicio con entrega y sencillez.
De ellas aprendí a saber confiar en los demás, a trabajar juntas y además –tengo que decirlo– tengo unas hermanas bien buenas… Percibo como mi congregación se ha subido al barco que el consejo general o, más bien, que el capítulo general nos ha planteado y vamos dando pasos en unidad. Pero ha sido una experiencia de mucho compartir, de mucho discernimiento, de orar juntas, de gozar juntas y también de sufrimiento. Como consejo general pensamos que en la medida que nosotras vivamos aquello que soñamos y proponemos provocará el efecto contagio en las otras. Si no es así, el gobierno no es evangélico.
Y el servicio de gobierno ¿desgasta mucho?
Creo que todo servicio es entrega pero más que “desgastar mucho” yo diría que “plenifica mucho” porque si mides el amor por el desgaste no vale la pena ¿no? Es dar vida como lo hace una madre, una esposa… y como lo hacen nuestras hermanas, también, en el día a día de la misión que se les confía. Creo que es más la plenitud que se experimenta que el desgaste, pero somos humanos y también se siente, alguna vez, el cansancio, como todo el mundo.
Un recordatorio de los momentos más gratos en su misión…
Son los momentos de encuentro personal con mis hermanas. Para mí lo más grato es el acompañamiento, el poder escuchar y comprobar que después de dialogar un largo rato, la hermana se siente contenta, escuchada y querida. Esto es imprescindible para una vida religiosa sana.
¿Y lo más difícil?
Cuando, por ejemplo, no sabes cómo llegar al corazón de alguien y por más que pongas medios y por más que digas cosas no tienes la herramienta adecuada o la sabiduría necesaria para llegar al corazón. Ése es el momento más difícil, no poder ayudar es muy triste.
¿Cómo vive Mercedes Casas los abandonos de la vida religiosa?
Unos con gratitud, cuando ves que la hermana hizo un proceso sano, sobre todo, en las etapas de formación inicial, cuando ves que se está haciendo un proceso de discernimiento y que se llega a una conclusión… de Dios.
Otros con dolor, sobre todo, cuando son hermanas de votos perpetuos. Con dolor porque las he sentido hermanas, o sea, que no me son indiferentes. Y, a veces, ese sufrimiento viene porque las motivaciones que expresan no son las reales y sufro cuando siento que se justifican diciendo que la congregación es de esta forma o de aquella otra… o cuando se escudan en personas.
Estas situaciones le habrán obligado a preguntarse sobre la congregación…
Ciertamente, sobre todo por el valor real que estamos dando a la vida fraterna. ¿Qué significa hoy para un religioso o religiosa su identidad como persona comunitaria?
¿Cree que las comunidades están aprovechando todas las oportunidades que tienen para ese «hacernos juntos»?
Creo que estamos en camino, siento que estamos tomando conciencia cada vez más… Como congregación para nosotras es prioritaria la vida fraterna. A tiempo y a destiempo estamos trabajando en la comunidad, en la comunión de las relaciones y en cómo aprender a construir la comunión entre nosotras y creo que vamos dando pasos… Siempre habrá quien se quiera zafar de la comunidad, pero estoy convencida de que no es el conflicto el termómetro, sino que este tiempo nos está pidiendo destrezas para acercarnos al misterio de la comunión. (Seguir leyendo en Vr Diciembre 2014-número 10/vol117)