jueves, 28 marzo, 2024

MÁS QUE UNA FOTO

IMG_4781“Cristiano en Irak es ser nómada”

Mons. Bashar Matti Warda es arzobispo caldeo católico de Erbil. Nació en Bagdad en 1969 y fue ordenado sacerdote en 1993, dos años más tarde ingresaría en la Congregación del Smo. Redentor y estudiaría Teología Moral en Lovaina. Poco después, sería nombrado Arzbispo de Erbil, capital del Kurdistán iraquí. El encuentro con él discurre cordial. Lo que nos relata, sin embargo, es crudo, en ocasiones hiriente y desgarrador. Es el relato del pecado y la gracia, la vida y la muerte… La misión y la espera. Allí, en ese silencio… también está la vida religiosa, otra vida religiosa.

Unos datos para clarificar de qué hablamos ¿Cuál es la presencia de Iglesia y, concretamente, de la vida religiosa en Irak?

Actualmente solo hay 300.000 cristianos cuando en 2003 había 1.200.000. Es decir, en 12 años tenemos un millón menos de cristianos. Concretamente, la presencia de Iglesia en Irak es muy limitada por las circunstancias que estamos viviendo. Pero no podemos olvidar que históricamente ha sido una presencia rica y plural. A día de hoy contamos con 14 sacerdotes, pero tenemos que tener en cuenta que, desde que comenzó la persecución, han tenido que huir 40, que se han convertido en desplazados.

Hay vida religiosa, un número pequeño pero significativo. Por ejemplo están los Monjes Caldeos del Monasterio de San Antonio, las Hermanas Caldeas Hijas de María, las Hermanas Caldeas Hijas del Sagrado Corazón… que son monjes y monjas con una intensa vida misionera. Con respecto a vida religiosa apostólica, están los Dominicos, Carmelitas y Redentoristas. Además están las Hermanas Dominicas de la Presentación, las Hermanitas de Foucauld… todas tienen misiones en pueblos y hacen una labor impagable. Desgraciadamente, después de la crisis de Mosul, se perdieron muchas de las misiones que las congregaciones tenían. Cada congregación, como es lógico, tiene sus propias actividades dependiendo del carisma. Aquí en Irak tienen un campo casi infinito ya que existen muchas carencias a todos los niveles.

¿Cómo son las relaciones entre los distintos ritos que coexisten, caldeos y latinos por ejemplo?

La verdad es que para nosotros es una riqueza. Las circunstancias y el bien de la gente nos empujan a trabajar en equipo, respetando siempre el carisma y la tradición espiritual de cada uno. Por ejemplo, solo tenemos un seminario en Irak que acoge a todas las vocaciones católicas, ya sean de rito latino, sirio, caldeo, malaquita… Todas las comunidades de los diferentes ritos contribuimos a mantener este seminario. Además tenemos un proyecto pastoral común para todas las comunidades cristianas donde procuramos implicarnos todos.

La situación de persecución que estamos viviendo nos hace sentir que, ante todo, somos cristianos que formamos una sola familia. Ser cristiano en Irak significa ser nómada; ir de un sitio a otro con tu propia familia y con tus enseres… significa también no tener templos o iglesias donde dar culto, han desaparecido… lo único que nos queda que proteger son las piedras vivas, las personas que también están siendo –desgraciadamente– atacadas. La mayoría de cristianos están viviendo en tiendas de campaña y allí, en esas tiendas, celebramos la eucaristía.

La Iglesia vive una situación de descorazonamiento pues todos los proyectos pastorales, educativos, de misión, de atención a los pobres, se han perdido… todo lo que se había construido ya no existe. Por si fuera poco, la gente vive con una gran incertidumbre ante el futuro ¿Qué va a pasar? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Qué ocurrirá cuando todo esto pase? Ante estas preguntas solo podemos contestar desde la esperanza y el silencio; estar, acompañar en el dolor… y poco más. La situación de los desplazados es muy dura porque son personas que lo han perdido todo, han sufrido traumas y tienen –como único horizonte– un campo de refugiados y la ayuda que desde la Iglesia les podamos ofrecer. Ahora mismo hay alrededor de un millón ochocientos mil desplazados, no solo cristianos, sino también yazidies (religión preislámica) y musulmanes. Por eso, para nosotros lo prioritario es atender a estas personas desplazadas y no desde el carisma que se haga.

¿Háblenos un poco más de la situación concreta del país?

Bien, toda la problemática actual surge a raíz de las disputas entre los distintos partidos políticos iraquíes. Es decir, estos partidos utilizaron el hecho religioso para crear un conflicto que después se ha ido introduciendo y afectando a la vida de las personas. También hay que tener en cuenta la corrupción política y financiera que hizo que el país tocara fondo. Lo peor de todo es que la gente ha dejado de creer en las instituciones, han perdido la esperanza en el cambio. Existe un grave problema político y económico, pero también religioso. Nos encontramos con miles de cristianos que fueron obligados a desplazarse de sus hogares –desde que estalló la crisis– y todavía no ven ninguna posibilidad de retornar a sus casas. Es más, no saben si podrán regresar algún día.

¿De cuántos cristianos estamos hablando respecto a la población total iraquí?

La población de Irak es de 34 millones de habitantes y de esos, unos 300.000, son cristianos. Es decir, porcentualmente poco menos del uno por ciento.

Son el «resto»… ¿Qué supone para los cristianos vivir la fe desde esta minoridad?

Ante todo es un gran desafío que pasa por una opción personal en la que nos jugamos la vida. Ser cristiano puede salir muy caro porque puedes perder tus propiedades, tu forma de ganarte la vida, el estatus social, pasas de ser un ciudadano normal a ser un desplazado al abrigo de una tienda de campaña. Te quedas sin nada. Y es una decisión muy seria que hay que sopesar, sobre todo, cuando se tiene familia, niños o ancianos… Desgraciadamente, ahora, solo pensamos en nuestro presente, en el día a día. El futuro, si existe para nosotros, es una gran incógnita. Es una situación de provisionalidad total. En mi vida como arzobispo no puedo planificar nada, cada día está lleno de sorpresas que impiden cualquier tipo de agenda porque continuamente surgen nuevas realidades, problemas, personas que hay que atender y eso, para mí, es lo primero.

Mi diócesis es una diócesis estable, dentro de lo que cabe, pero recibe cada mes entre siete y diez familias que vienen a instalarse en Erbil. Vienen principalmente de Bagdad y Mosul. Esta gente ha vendido sus propiedades y compra aquí lo que sea para subsistir. De ahí mi empeño en formar agentes de pastoral, crear colegios católicos, grupos de formación… porque necesitan atención y cuidado.

Es una situación muy dolorosa, yo no puedo decir a nadie que no se vaya, que no emigre, que se queden en su tierra, porque nadie aquí está seguro. Tan solo a unos cuarenta kilómetros están las tropas del Estado Islámico (Daesh). El único consuelo que encontramos es que Dios nos está enseñando el itinerario por dónde hemos de caminar siendo Iglesia con la gente. (Seguir leyendo en VR, Julio/Septiembre 2015)

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