viernes, 19 abril, 2024

MÁS QUE UNA FOTO

Ángel Monge Ormaechea, Hermano del Sagrado Corazón

“La frontera de los «nadie» nos transforma”

Dice el Papa que son tiempos en los que los religiosos tenemos que aportar mucha creatividad y al servicio del pobre. Ángel Monge es un buen testigo de ella. Tiene 48 años, lleva 29 en su congregación de Hermanos del Sagrado Corazón y es de los de «cada día algo nuevo». Dios le ha concedido una vitalidad sorprendente. No se agota, crea y recrea. A un proyecto cumplido le suceden muchos sueños por hacer. Lo mejor de todo es que en esos sueños piensa poco en sí y mucho en los «nadie» que ha ido encontrando en el camino. A todos les ha contado que en el corazón de Dios son «alguien» con futuro. ¿No será este el gran proyecto de toda la vida religiosa? Ahora está en España reponiéndose de una operación que no le apagó el entusiasmo, pero su corazón está repartido, 11 años en Perú a donde vuelve en junio y 4 en Mozambique, la «niña de sus ojos» que nos cuenta en esta foto tan especial».

¿Cómo te encuentras?

Bien, pero no quiero hablar de mí. Cuando estaba en la camilla preparado para entrar en el quirófano lo que pensaba es que en estos días de lluvia y frío, hay mucha gente en la calle… como Jaime. Y yo en una camilla bien calentito.

¿Quién es Jaime?

Es una historia reciente, pero larga. Es un hombre de esos que hemos ido dejando sin identidad. Un «nadie» de la sociedad. Pero vaya si la tiene. Jaime me evocó a Jesús, buscando hogar en Alsasua.

Vamos por partes, si te parece: Jaime, Alsasua… Explica un poco, porque íbamos a hablar de África, ¿no es así?

Sí, ese es un poco mi estilo. Se me agolpan las palabras y, a veces, creo que todos están viendo y viviendo lo mismo que yo. Te cuento: al acabar mi periodo en Mozambique, a la espera de mi nuevo destino en Perú, me he venido a España para operarme y reponerme y claro, dar una abrazo a mi madre que vive en Burgos. En España estoy destinado en la comunidad de Alsasua y ahí es donde aparece Jaime. Después, si te parece, te cuento lo que ha supuesto en mi vida Amatongas (Mozambique).

Ahora sí…

Vi a Jaime en la estación de autobuses. Entonces no sabía cómo se llamaba. Pero hablando con él, percibí en mi interior la apremiante necesidad de evitar que durmiera en un vagón de tren abierto. Hablamos un buen rato y quedé tocado. Llegué a la comunidad y lo expuse a los hermanos.

Y ¿qué ocurrió?

Pues bien, los hermanos aceptaron que Jaime dejara el vagón y viniera a nuestra casa a dormir en una de las 4 habitaciones para visitas que tenemos. Sé que no es la solución, al menos para Jaime, pero intuyo que es una buena pedagogía para nosotros, los religiosos. A veces necesitamos gestos muy pequeños y concretos para entender que nuestra donación y gratuidad son verdaderas.

Cuenta un poco más de esta «visita» que tiene tu comunidad …

Viene a casa cada día por la tarde noche. Y después de descansar, sale de casa, ya sin bultos, a eso de las 7 de la mañana. Es poco, pero no sabes cuánto significa una habitación con calor, para el que solo tiene el frío de la vida. Creo que estas llamadas a abrir las puertas, son una señal profética que anuncia que la comunidad está aún viva y en pie. (SEGUIR LEYENDO EN VR, MARZO 2015).

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