“¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué se me permite esperar?». Lo cierto es que las tres preguntas emblemáticas en torno a las cuales Kant articuló su pensamiento se filtran en cierto modo en la vida ordinaria y, de un modo u otro, se encienden también en nuestro interior, a la espera, incluso más que de una respuesta taxativa, de una profundización, de una maduración y de un camino. Cada una de estas preguntas es un punto de partida para un viaje humano muy largo, indecidible y abierto que es el nuestro. Y eso se concreta, efectivamente, en un trabajo de carácter racional, como propone Kant, pero no exclusivamente, porque pronto descubrimos que es la vida entera, en sus muchas dimensiones, la que se implica en esta tarea. Por supuesto, la racionalidad y el plano filosófico agudizan las cuestiones, pero, como enseña Shakespeare, hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que pueden imaginarse simplemente a través de la filosofía. Nuestra existencia cotidiana nos da noticia de esa riqueza.
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