El tiempo no es un adversario con el que nos sintamos precisamente cómodos en el ring, porque en el fondo sabemos que al final ganará él. También nosotros estamos hechos de tiempo, estamos amasados en su arcilla, nos sentimos atravesados por sustratos temporales en tensión, por tiempos de distinta naturaleza que, a su manera, nos miden, sostienen y explican. Pero somos un tiempo concreto: no somos el tiempo. Somos un instante en tránsito entre el pasado, el presente y el futuro.
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