Esta semana compartíamos con Oscar, un amigo y compañero del Servicio Jesuita a Refugiados en Latinoamérica, la realidad de las migraciones a ambos lados del “charco” y no parecía nada halagüeña. La ruta migratoria del Darién en Panamá se intensifica y se hace aún más vulnerable, y la situación en algunos países como Haití o Nicaragua llega a límites con difícil retorno a corto plazo. Por nuestra parte en Europa, el conflicto en Ucrania no cesa, lo que supone tanto dolor y destrucción para tantos millones de personas desplazadas, muchas de ellas menores y personas vulnerables. Y ¡qué decir de las imágenes que veíamos este verano pasado en el Mediterráneo!
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