Termina este año 2018, y muchos de nosotros quizás nos preguntemos a dónde va nuestro mundo, sorprendidos y preocupados por el crecimiento de fenómenos desconcertantes. En muchos países triunfan líderes populistas, manejados por fuerzas ocultas sin escrúpulos; la corrupción está echando raíces por todas partes; los conflictos se enquistan y se tiende a resolverlos de manera violenta… Por otra parte, vemos a la Iglesia católica sacudida fuertemente por una enorme crisis de credibilidad, de manera especial, aunque no sólo, a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia.
Creo que son muchos los signos que nos anuncian el colapso del mundo tal como lo hemos conocido hasta ahora. Las formas políticas y económicas actuales se muestran como inefectivas. El sistema de valores y conocimientos está cambiando profundamente. Vivimos un momento de transición hacia una nueva civilización: una metamorfosis de la sociedad que afecta a todos los aspectos de la vida personal y colectiva de toda la humanidad. Se trata, pues, de una crisis global, aunque a veces pueda parecer local o incluso personal.
Encuentro muy inspiradora la categoría bíblica de “exilio”, aplicada a nuestra situación actual. Jeremías, Ezequiel y el 2º Isaías escriben cuando “el mundo conocido” de Jerusalén fue arrasado: se quemó el templo, se destruyó la ciudad santa, se terminó la dinastía davídica, los líderes fueron deportados. En ese contexto, los profetas entendieron que tenían que ayudar al pueblo tanto para enfrentar la pérdida, haciendo un duelo personal y colectivo, como para acoger lo nuevo que Dios prometía.
¿Por qué no hacer nuestras esas dos tareas proféticas en medio de mucha gente desconcertada y desesperanzada? Al fin y al cabo, probablemente nos toque vivir en una situación de exilio permanente, como ciudadanos de “Betalandia”, una sociedad líquida y poco estable. “La palabra ‘beta” viene del mundo de la tecnología y significa estar siempre en período de prueba, no tener nada por seguro. El ciudadano ‘beta’ pensará más disruptivamente… verá la realidad de una manera desacostumbrada, con más pensamiento creativo” (Fernando Botella).
Eso es lo que hicieron, de hecho, los grandes profetas, en su peculiar “Betalandia”: pensar disruptivamente y ofrecer esperanza con su imaginación creativa. ¿Te apuntas?
(Vida Religiosa, diciembre 2018)
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