viernes, 19 abril, 2024

AUNQUE ES DE NOCHE

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

Hoy, aunque es de noche, la Iglesia convoca a la tierra entera para que toda criatura se una a su alabanza en un himno de aclamación al Señor: “Aclamad al Señor, tierra entera”.
Hoy, aunque es de noche, los verbos de nuestra celebración son imperativos de fiesta: “Festejad, gozad, alegraos”, “aclamad, tocad, cantad”.
Hoy, porque es de noche, recordamos misterios de gozo. Recordamos con el salmista los caminos de la Pascua por los que el Señor llevó a su pueblo desde la tierra de la esclavitud a la tierra de la libertad: “Él transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río”. Recordamos con el profeta las palabras de la promesa de Dios a Jerusalén, palabras que abrían el futuro al paso de los rescatados del Señor: “Yo haré derivar hacia ella como un río la paz…”. Y contemplamos con el evangelista a Cristo que sube a Jerusalén. Con él suben la paz y la misericordia. En él Dios consuela a su pueblo. Por él, los extraños entramos como hijos en el Reino de Dios. Él es nuestro canto, nuestra fiesta, y la razón de que invitemos a todos a que participen de nuestra alegría, aunque es de noche: “Venid a ver las obras de Dios… Venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo”.
Hoy, Iglesia amada del Señor, convocas al mundo entero a tu domingo, a tu fiesta, que no es sólo memoria de un pasado glorioso o esperanza de un futuro mejor, sino que es también acontecimiento salvador, encuentro sacramental con Cristo tu Señor. Lo que has oído anunciado en la palabra de Dios como promesa al pueblo de la antigua alianza, lo encuentras cumplido en medio de ti por el amor con que Dios te visita en la eucaristía que celebras. Se te había dicho: “Haré derivar hacia ella como un río la paz”. Y en este sacramento admirable te levantas para avanzar al encuentro del Rey de paz, y comulgas con él, y llenas tu vida con su justicia y su misericordia. Y vuelves a tu casa, iluminado el rostro y el alma, aunque es de noche.
Reparte con los pobres tu paz y tu pan, e invítalos a tu fiesta. Que también ellos puedan aclamar y tocar y cantar. Que puedan alegrarse siempre contigo, aunque es de noche.

 

 

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