Onuva: tierra de misericordia
Esta sección quiere ser una pequeña ventana por la que puedan pasar los rayos de distintas comunidades que viven, de manera diversa, rasgos de la misericordia. Misericordia que pertenece a las entrañas mismas del Evangelio. Comunidades distintas que no suelen ocupar espacio en los medios porque el bien no suele ser noticia o más bien las noticias no tienen pretensión de ser buena noticia.
Ahora que el mundo cambia a toda velocidad, volviéndose cada día más violento, más inquietante, más cerrado… En un mundo en el que ya no vale pasar una simple esponja para renovar su rostro, también existen gestos concretos de misericordia que lo transforman en un lugar más creíble y habitable. Son capaces de cambiar la faz pequeña de una sociedad preocupada por un egoísta bienestar a prueba de toda perturbación o molestia.
Una de estas comunidades es la de Onuva o Fraternidad de la Madre de Dios. Está situada a 5 km. de Puebla del Río, Sevilla. Surgió justo después del Concilio Vaticano II. Su nombre original es Anav (“los pobres de Yavhé”). Hablamos con Pepe Cabrera, uno de los fundadores, hombre casado y con hijos.
¿Por qué ese nombre para la comunidad?
Desde 1974 hemos llamado a la propiedad donde iríamos a vivir una –entonces– extraña experiencia de comunidad: Anawa. ¡El nombre sí que era extraño!
Nos sonaba Onuba, nombre fenicio de Huelva, pero, no era así, sino, Anawa; rompimos a llamar Onuva y poco a poco, como el proceso de la semilla, fuimos entendiendo su significado. Primera traducción existencial: Tierra de misericordia; segunda traducción literal Anawa: humildad, que quiere decir bajo, como en bajo tierra. Cuando el término es usado negativamente significa ser puesto por debajo, es decir ser humillado. Positivamente, se refiere a rebajarse o “ser humilde”.
Es una comunidad mixta, es decir, con distintas formas de vida cristiana en su seno (matrimonios, dos presbíteros, candidatos al presbiterado, religiosos y religiosas y laicos), y con una proyección internacional (cuentan con casas en España, Portugal, Guatemala y El Salvador).
Su forma plurivocacional y pluricultural (españoles, franceses, salvadoreños, portugueses, hondureños) es una riqueza.
¿Cómo vivís la riqueza de vuestro ser comunidad plurivocacional?
¡La extraña comunidad! Sí, hace más de 40 años formar una comunidad en la que vivíamos familias con sus hijos, consagrados y presbíteros, era y resultaba como poco extraño, para algunos hasta sospechoso.
Pero, fuimos adelante, fuimos adelante casi milagrosamente.
El nombre ha sido programático, Anawa y más concretamente Anav, es decir el Pobre referido a Jesús el Humilde “tened los sentimientos de Jesús (ser misericordiosos) el cual a pesar de su condición divina… tomó la condición de esclavo” (Flp 2, 5-7) ha significado la dirección de nuestras vidas.
El proceso de Jesús debía de ser el camino para nuestros personales procesos y es en esto, en los procesos de cada cual, en la convivencia común por construir la vida fraterna en cristiano, donde fuimos descubriendo y descubriéndonos ¡Cuántas heridas carga el ser humano! Cuántas imposibilidades de ser aquello que es el proyecto de Dios.
Somos pecadores, somos una comunidad pecadora. Bien lo entendimos desde aquellos días, Tierra de Misericordia, Tierra «Adamah», es para nuestra adamah, para lo más miserable que hay en nosotros, para nuestras zonas oscuras, para nuestras regiones de muerte, para lo que más nos pesa y más nos hiere de nosotros mismos que se nos ofrece la medicina de la misericordia.
Si lo queremos, si lo aceptamos y si nos disponemos, Dios nos ama con amor de misericordia y este amor así, nos salva, nos cura, nos ayuda a renacer. Precisamente porque no somos solo Adamah, porque también somos aliento de Dios y tenemos su Espíritu.
Pero el mayor tesoro que tienen, ellos mismos lo dicen, son las personas en situación de fragilidad que acogen. Ellos también son comunidad. En su casa de Sevilla, por ejemplo, una cuarentena de personas son las que dan la vida y van tejiendo esta comunidad misericordiosa, pero también otras realidades de violencia y marginación en El Salvador, Guatemala o Portugal. Todos ellos, hombres y mujeres, a quienes los servicios sociales no saben muy bien dónde situar, con historias muy duras a sus espaldas y con cicatrices en el alma. Algunos llevan en la comunidad toda una vida y otros solo permanecen unos días. Son de distintas nacionalidades, de diferentes edades, creencias y sexos pero tienen en común su humanidad; y para los que forman la comunidad está humanidad también está envuelta en su ser hijos de Dios y prójimos a quien lavar los pies y dejarse lavar por ellos.
La comunidad no solo está en función de los más necesitados sino que gira alrededor de ellos, desde sus convicciones más profundas a los horarios o turnos de vela. No son «sujetos de misión» son hermanos, parte esencial del ADN comunitario porque ellos están en el principio y fundamento de más de 40 años de camino comunitario, con sus altos y bajos, como todos los ciudadanos del reino.
¿Cómo vivís la misericordia desde estas situaciones vitales tan complicadas?
Cuando comunitariamente experimentamos esta misericordia rehabilitadora, entonces estamos capacitados para ser misericordiosos, hemos experimentado la misericordia y sabemos, –gustamos y reconocemos–, que es posible otra vida, otra forma, otro camino…
¡Dios mío!
Cuánta misericordia… En nuestro Hogar para personas en exclusión, cómo hemos visto resucitar, sí. ¿Quién dice que eso de las resurrecciones que narran los evangelios quedan muy lejos? ¡Hemos visto resurgir desde la nada del ser, en la máxima expresión de degradación humana, hasta volver a ser persona, a amar la vida, a desear vivir ¿No es esto una experiencia de resurrección? Pues la terapia ha sido tener misericordia o lo que es lo mismo, descender a los vacíos existenciales, simplemente acompañarles, no exigirles nada, ¡nada! Aceptarlos en su «no ser y esperar» y tener mucha paciencia.
Desde aquellos días de 1974… hasta hoy… ¡quién nos lo iba a decir…!
Hemos trabajado en la atormentada realidad de violencia en El Salvador, en la selva perdida de Guatemala, en Huelva con mujeres en exclusión, en Portugal en aldeas marginadas por la distancia y el olvido de casi todos.
La misma experiencia con enfermos, con jóvenes, mujeres, niños, ancianos, una multitud de postergados que necesitan la experiencia de ser amados con misericordia, es decir, un acercamiento a la forma con que el Dios que revela Jesús, nos ama.
Anav, comunidad de misericordia, de proyecto amoroso del Padre en este Hijo, pobre de los pobres, que se hace realidad en una pequeña comunidad plurivocacional que sigue caminando y esperando. Signo discreto de una caricia que parecía imposible pero que continúa siendo realidad gozosa y testimoniante.