Acompañar la fragilidad con esperanza

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Gonzalo Fernández Sanz

Director de VR

Tras el paréntesis estival, reanudamos el camino. Durante los meses de julio, agosto y septiembre numerosos institutos de vida consagrada han celebrado sus capítulos, asambleas, retiros y encuentros formativos. Se han renovado muchos gobiernos generales y provinciales y se han elaborado orientaciones para los próximos años. El 8 y el 9 de este mes de octubre se celebra en Roma el Jubileo de la Vida Consagrada.

Todos estos acontecimientos son indicadores de que seguimos caminando y de que, conscientes de nuestros problemas, no renunciamos a compartir con otros los carismas que el Señor nos ha concedido. El tercer monográfico de este año, publicado en septiembre, lleva por título: ¿Sigue Dios llamando hoy? Pastoral vocacional y vida consagrada. Partiendo de algunas experiencias recientes, los autores nos ofrecen reflexiones y pistas para entender lo que hoy está sucediendo en la pastoral de las vocaciones y lo que podemos hacer para no limitarnos a esperar con los brazos cruzados. Los “peregrinos de la esperanza” seguimos buscando compañeros de camino porque creemos en la belleza y significatividad de esta forma de vida.

No se trata de sucumbir al principio productivista de “algo tenemos que hacer” para justificar que estamos vivos, sino de algo más radical que tiene que ver con el núcleo de nuestra vocación. Donde hay experiencia de gracia, la libertad se vuelve creativa.

Como cantamos en el himno litúrgico: “Solo desde el amor / la libertad germina, / solo desde la fe / van creciéndole alas”. Es verdad que a veces damos más importancia a lo que hacemos (actividades) y a cómo lo hacemos (formas y estilos) que al por qué lo hacemos (razones y motivaciones), pero todo está ligado. Los qués y los cómos varían mucho según los contextos y las posibilidades. Lo que importa es que los porqués sean claros y se recreen continuamente para que la vida consagrada no pierda su razón de ser en la Iglesia. Perder espesor numérico o ganar en edad no es demasiado grave si sabemos por Quién entregamos la vida y cuál es el sentido más genuino de esta forma de vida cristiana.

Quienes han recibido la responsabilidad de liderar las comunidades o de formar a las nuevas generaciones se sienten a menudo perdidos porque no saben cómo acompañar a las personas combinando un sano realismo (la situación no es nada fácil) y una radical esperanza (nuestra vocación la demanda). No es extraño, pues, que muchas personas consagradas se muestren reticentes a la hora de aceptar estas tareas y que algunas se sientan sobrepasadas y hasta quemadas. Y, sin embargo, es una misión hermosa y desafiante acompañar a los hermanos y hermanas en momentos de fragilidad y perplejidad. Cuando todo parece ir bien, los grupos humanos suelen funcionar por la inercia del éxito y por la satisfacción de los frutos.

El verdadero liderazgo se pone a prueba cuando hay que afrontar situaciones difíciles. El primer servicio de los líderes es ayudar a ver, en contra de cualquier narcisismo perfeccionista, que la fragilidad es un terreno divino, que Dios se hace más presente cuando nos sabemos débiles y necesitados. Por otra parte, tanto los superiores como los formadores están llamados a descubrir y proponer la belleza de lo pequeño, a sugerir y animar dinámicas comunitarias y apostólicas que no se ahoguen en la nostalgia de los tiempos de abundancia y productividad, sino que exploren una forma de vida basada en la autenticidad, la cercanía, la apertura, la colaboración, la serenidad y la paciencia. La vida consagrada actual está llamada, en definitiva, a hacer vida el salmo 127: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”.

La revista Vida Religiosa quiere hacerse eco de lo que ya estamos viviendo, agradecer los muchos signos de vida que se dan en nuestras comunidades monásticas, conventuales y apostólicas y, a la vez, proponer nuevos caminos, dar voz a quienes son centinelas del futuro. Por eso, agradecemos todas las sugerencias que nos lleguen de nuestros lectores. Llevamos meses trabajando en un nuevo proyecto digital que facilite el acceso a la revista, sobre a todo a aquellas personas y comunidades que viven en fronteras de misión adonde no llega con facilidad la edición impresa. Nos gustaría seguir prestando un servicio de escucha, acompañamiento y animación. Deseamos abrirnos a algunos ámbitos hispanohablantes donde la revista todavía no es muy conocida. Soñamos con involucrar cada vez más a personas consagradas de distintas áreas culturales y eclesiales para que la reflexión se enriquezca con nuevas voces y refleje mejor el rostro plural de la vida consagrada en la Iglesia en la que “caminamos juntos”.