Es peligroso asomarse al exterior

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Lo ponía debajo de las ventanillas abatibles de los trenes antiguos, en los tiempos en que aún respirábamos carbonilla, los viajes eran larguísimos y había que llevarse tortilla de patata para comerla en el trayecto. Ya no quedan rastros de aquello, pero a más de uno y de una se le ha quedado grabado el aviso en el subconsciente y, como siguen pensado que las afueras están llenas de amenazas, cierran a cal y canto las ventanas que dan al exterior. Y en el “por si acaso” incluyen a los que en su entorno piensan de otra manera, leen otros periódicos, votan otros partidos y escuchan otros telediarios. Y lo peor que le pasa al que es presa del síndrome “sabandija-en-madriguera” es que, en vez de disfrutar de la hierba fresquita de lo diferente, rumia en solitario sus prejuicios resecos y rancios, y por no molestarse en recorrer el terreno de la diferencia, se priva de gran parte de la riqueza del mundo.

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