«Tocamos y cuidamos las heridas del Cuerpo místico de Cristo»

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Hermanas Servidoras de Jesús. Cottolengo del Padre Alegre

Carlos González García

Periodista y escritor

 

Cuando alguien ama demasiado, jamás se acaban las grietas por cerrar ni las cicatrices por curar. Porque al corazón, de tanto jugarse la vida poniendo en remojo los sentimientos, le salen cada vez más raíces. Así nace la fe que escribe, entre la melodía y la bruma, el trazo de una promesa: la de Dios. En el pliegue más sutil de ese mandamiento, irradia con una luz especial el Cottolengo del Padre Alegre, de las Hermanas Servidoras de Jesús: un hogar donde la misericordia de Dios es la semilla más fiel del delicado milagro del creer.

 

Madrid atardece revestido de silencio. A lo lejos, casi a media voz, se vislumbran los primeros vestigios de una primavera a medio vestir. Aunque hace frío. En la calle, el viento zarandea el corazón de unos árboles que danzan a ritmo de esperanza, casi a prueba de fe.

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