SOMOS PARA LA MISIÓN. ESE ES NUESTRO EJE DE RENOVACIÓN

0
2927

(Pedro Aguado. Sup. Gral. de los Escolapios) En el 400 aniversario de la orden, fuimos recibidos por el papa Francisco, que nos hizo una propuesta que nos tiene en plena reflexión: nos invitó a un “nuevo Pentecostés”. Éste está siendo el hilo conductor de mi discernimiento en relación con el acompañamiento de la orden y, en general, con las búsquedas de la vida consagrada. Pentecostés tiene que ver con “centralidad del Señor”, “envío en misión”, “apertura al Espíritu”, “anuncio del  Evangelio” y “comunión”. Estas cinco claves deben ser subrayadas por todos los religiosos y religiosas. Deben ser oradas, discernidas, trabajadas y, si ello es posible, planificadas.

Pienso que el desafío central que tenemos está relacionado con la vivencia integral, auténtica y honesta de nuestra vocación. Apuesto con claridad por impulsar dinámicas que nos ayuden a vivir más auténticamente lo que somos, desde procesos de crecimiento vocacional.

¿Qué quiere decir el Papa cuando propone una “Iglesia en salida”? Busquemos una vida consagrada “en salida”. Pienso que necesitamos hacer crecer nuestro espíritu misionero. No tengo duda alguna sobre ello. Dios bendice el coraje apostólico.

Me preocupa que en cada provincia tengamos un proyecto de “crecimiento en vida y misión”. No debemos aceptar dinámicas sin horizonte. Una congregación religiosa debe luchar por generar dinámicas de vida en todos los contextos. Y deben ser concretas y acompañadas. Y, sin duda, desde la base del carisma y misión compartidas con numerosas personas que, desde otras vocaciones, se sienten llamadas a construir esos horizontes de renovación.

Somos para la Misión. Esto debe estar siempre en nuestro punto de mira. Y preferencialmente para los más necesitados. Esto, convertido en eje del proceso, nos renovará.

Doy importancia a tres desafíos muy concretos: el equilibrio con el que vivimos las diversas dimensiones de nuestra vocación; el acompañamiento sostenible de las presencias en nuevos países, que en ocasiones caminan con escasa referencia; y el impulso de una vida fraterna más valiosa, significativa y convocante.

Creo que el momento de la vida consagrada es apasionante. Y creo que todos los momentos lo son, lo han sido y lo serán. El secreto: vivir con pasión la vocación a la que el Señor nos ha llamado, convocando así a los jóvenes a descubrir esa llamada, construyendo juntos una vida consagrada renovada, más apostólica y misionera.