sábado, 20 abril, 2024

NECESITAMOS TOMAR DECISIONES A TIEMPO PARA HUMANIZAR NUESTRA VIDA

(Mª. Inés García. Sup. Gral. Carmelitas de la Caridad Vedruna) Comenzando el segundo sexenio me llega esta invitación de la revista Vida Religiosa. No es mi fuerte escribir, pero me parece una oportunidad para que yo misma me plantee esto que deseo compartir. Estamos viviendo un cambio sustancial en nuestra congregación debido al crecimiento en África y en Asia, especialmente para nosotras en India. Asistimos como Iglesia y como vida religiosa a un giro importante hacia el este y el sur. Me produce un gozo grande al contemplar un nuevo rostro de mayor encarnación en nuestra familia religiosa.

Nos preguntamos ¿cómo vivir evangélicamente nuestra consagración en esta sociedad trasmitiendo los valores del carisma en el servicio y en nuestra manera de afrontar la vida y la muerte desde Dios y con Él? Llamadas a permanecer en la búsqueda de Dios en tensión hacia un mayor seguimiento de Jesús, deseamos vivir según la radicalidad del Evangelio en un estilo de vida contracultural personalmente y como institución.

Urgencias

Recrear el sentido de familia congregacional, desde una mayor interrelación que recrea relaciones y nos ofrece posibilidades increíbles. Así la pertenencia se ahonda y se refuerza.

Concienciarnos de que somos una pequeña parte de esta sociedad que junto a otros muchos construimos   y   soñamos un mundo más humano.

Comprender la misión como envío, hoy y aquí. Saliendo de nuestra auto-referrencialidad buscando ser testigos no solo del buen hacer, también del buen padecer. Desde la confianza en el Dios Amante y Misericordioso.

Poner atención

A las luces del corazón. Las intuiciones que llegan con sorpresa, muchas veces en medio de la noche, que saben a Evangelio y nos dan una nueva visión y calientan nuestro corazón.

Al trabajo en equipo, con otros y otras. Reconocer y valorar los modos de sabiduría que existen y se comparten.

Discernir, planificar y buscar recursos. Tomar decisiones a tiempo para humanizar nuestra vida.

Y, ¿por qué no hablar del consuelo y el gozo de una hermana general? Se me regala cuando me asomo con respeto y reverencia al mundo interior de las personas, donde Dios trabaja silenciosamente.

Me siento privilegiada al ser testigo de la vida de comunidades en lugares de riesgo, en la cotidianidad vivida con generosidad y esperanza, en las situaciones que humanamente son insostenibles.

Igualmente en la relación sencilla, cercana y profunda con tantas personas de diferentes lugares, culturas y religiones. ¡Gracias por darme esta oportunidad!

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