Por Carlos González García
Hay refugios bañados de ternura donde el Amor habitado talla, en silencio, el frío de la noche, la soledad del cansancio y el susurro acompasado de una caricia custodiada por unas manos carmelitas. En el eco de ese hogar despierta el corazón de Yudis Isabel de la Santa Cruz, en un abrazo lento que va esculpiendo –en el leve palpitar de sus pies descalzos– la preciosa sangre que emana del Costado de Jesús de Nazaret
Yudis Isabel
Carmelita descalza
Apenas queda el rumor de una oración para que el velo de la noche envuelva de quietud el convento de la Inmaculada Concepción del Carmen de Talavera la Real, en Badajoz. Las campanas anuncian que Dios vuelve a tomar barro, en una tarde de niebla y otoño, para secar las lágrimas de una mujer que desea hacerse Eucaristía con su Amado: la Madre priora de este monasterio.
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