El sábado, último día de la 40 edición de la Semana Nacional de Vida Consagrada, nos dejó el buen sabor de la experiencia. La síntesis vital de la vida consagrada es ser propuesta de Dios para el mundo, por eso la centralidad de la vida es la unión con Dios mismo. Así el colofón de la XL SEMANA NACIONAL DE VIDA CONSAGRADA, fue la celebración de la Eucaristía presidida por Mons. Santiago Agrelo, OFM. Su homilía, colgada en el Blog, "Guante de Seda" de esta página, abundó en la necesidad de tener y ser visión para nuestro tiempo. Éstas fueron sus palabras: No me preguntéis qué es la mística, pues no sabría decirlo, aunque sospecho que tenga mucho que ver con la experiencia del misterio, con ‘los sentidos’ de la fe, con ese ‘ver’ y ‘oír’ al que hacen referencia los apóstoles cuando dan razón de la fuerza que les obliga al testimonio.
“No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído”. De eso se trata: Ver, oír, contar. Son ésos los verbos de la experiencia pascual: “El ángel habló a las mujeres… Ha resucitado… Venid a ver el sitio donde yacía, e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis… Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro. Llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos”.
Oír, ver, temer, alegrarse, correr, anunciar: Mística y testimonio.
El misterio de gracia que las mujeres y los otros discípulos vivieron de manera asombrosa, sorprendente y oscura en el día de la resurrección de Cristo, ese mismo misterio vivimos nosotros en la memoria cultual de los acontecimientos, en su icono ritual, en los sacramentos que Cristo nos dejó para la edificación de su cuerpo que es la Iglesia.
Considéralo, hermana mía, hermano mío, considera si puedes decir con verdad: “El Señor sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo”. Creer es ver. Si has creído que Cristo ha resucitado, entonces has oído y has visto que “el Seños sacó a su pueblo”, has oído y has visto de dónde lo ha sacado, has oído y has visto a dónde lo ha llevado, has oído y has visto con qué poder lo hizo y con qué alegría los condujo. Si has creído que Cristo ha resucitado, entonces has oído y has visto que “el Seños te sacó con alegría, te condujo con gritos de júbilo”.
De dónde ha salido Jesús, de dónde la Iglesia, de dónde has salido tú: de la opresión, de la esclavitud, de la oscuridad, del llanto, del luto, del pecado, de la muerte.
A dónde: a la ciudadanía del cielo, a la liberación, a la luz, a la alegría, a la fiesta, a la gracia, a la justicia, a la vida.
Con qué poder: con el poder de la debilidad, con el poder del amor, con el poder de la cruz.
Considera, Iglesia cuerpo de Cristo, que no hiciste tu paso como Cristo, sino que lo hiciste en Cristo: y si no puedes ya verte separada de tu Señor en la salvación experimentada, no te separes de él en el reconocimiento, en la alegría, en el asombro, en la alabanza: “Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste… Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Creer es ver. Espabila el oído para que veas con claridad. Escucha la palabra el apóstol: “Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo”. Primero escuchas: crees. Luego te ves: revestido de Cristo. Oyes, ves, te asombras, alabas, corres y anuncias lo que has oído y has visto.
Ésta es, queridos, la verdad más honda de nuestra Eucaristía: Escuchamos a Cristo resucitado, comulgamos con él, resucitamos con él, damos gracias con él. Aquí creemos, aquí vemos, aquí somos enviados, de aquí salimos para ir y anunciar a todos lo que hemos visto y oído.
Ésta es la lógica de la misión: Ir de la Eucaristía a la vida, de la experiencia mística al testimonio de fe.
Oír, ver, temer, alegrarse, correr, anunciar: Mística y testimonio.
La segunda conferencia de la mañana la impartió Carlos M. Oliveras, claretiano, director de la Escuela Regina Apostolorum. Centró su exposición en la explicación de la razón de nuestra celebración y cómo ésta, no es sino la manifestación de lo que vivimos y anhelamos vivir.
Las dos conferencias pusieron el broche de oro a una semana intensa y novedosa. Un tema como la mística, lejos de llevarnos a un ayer que no volverá, ha supuesto una proyección importante para la vida religiosa europea quizá cansada de cifras; agotada de cálculos y previsiones, pero sobre todo, sedienta de nueva vida. Así, de manera explícita, quedamos motivados para volver a lo más originario de nuestra consagración: ser maestros y maestras del Espíritu para nuestro tiempo