“Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer… no sea que te olvides del Señor tu Dios”.
Recuerda el camino: Recuerda esclavitudes y libertad, hambre y maná, sed y agua de la roca, terror y alianza, desesperanzas y promesas… Recuerda la tienda de tu Dios, la tienda del encuentro, fuera del campamento porque no mueras, cerca del campamento porque lo puedas encontrar cuando lo busques. Recuerda su ley, que recibiste grabada en la piedra para que pudieses grabarla en tu corazón. Recuerda el nombre de tu maná: se llama Cristo el Señor. Recuerda el nombre de la fuente viva que Dios abrió para tu sed: se llama Cristo el Señor. Recuerda el nombre de la Ley que se te ha dado para que tengas vida eterna: se llama Cristo el Señor. Recuerda la tienda del encuentro, la que puso entre nosotros la Palabra de Dios hecha carne: se llama Cristo el Señor.
Recuerda… no sea que te olvides del Señor tu Dios: hemos hecho juntos tanto camino que ya somos un solo caminante: él en nosotros y nosotros en él. Recuerda su amor, que nada se reserva, que llega hasta la entrega del Unigénito, del más amado; recuérdalo, no sea que te olvides de amarlo. Recuerda la vida que de él has recibido, pues estás con él resucitado, y en él has recibido la libertad para la que has nacido; recuerda esa vida, no sea que te olvides de agradecerla.
Recuerda… y sabrás lo que recibes en la Eucaristía de la comunidad eclesial, porque recibes lo que recuerdas.
Recuerda que eres un pobre al que Dios ha abierto las puertas de su casa, para que entres y salgas como un hijo. Recuérdalo, para que jamás cierres a los pobres las puertas de tu casa.
Feliz memoria de la gracia de Dios contigo, feliz día del Pan del cielo, feliz día para los pobres que Dios ama.