El título podría referirse a nuestra tendencia a esconder episodios del propio pasado congregacional que nos fastidia aceptar, algún “cadáver bajo la alfombra” que hoy nos resulta
“religiosamente incorrecto”. Nosotras, por ej., mantuvimos hasta 1964 la separación entre madres de coro y hermanas coadjutoras – algo increíble, ¿verdad?– más tiempo de lo razonable y sensato, posiblemente agarradas a ese principio nefasto y paralizante del “siempre se ha hecho así”. Y eso a pesar de que nuestra fundadora, Sofía Barat, había dicho hacía más de 200 años: “Los tiempos cambian y nosotras debemos cambiar con ellos”.
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