La vida esta hecha de una amalgama de posibilidades, de opciones, de decisiones, más o menos conscientes, más o menos queridas… conforme avanzamos en este camino vamos desechando unas y afianzando otras. Un día, sin experiencia, sin edad, sin recorrido vital, sin apenas conocernos… intuimos este camino, no podíamos adivinar las dificultades, sólo saboreábamos lo amable, lo asible… pero poco a poco la realidad, hecha de hermanos y hermanas, de acontecimientos, de historia, fue resituándonos y nosotros a su vez nos fuimos recolocando; buscamos nuestro sitio, nuestro espacio vital y compartido, según posibilidades y también según la dynamis del Espíritu.
Hemos aprendido mucho en esta Iglesia, hemos visto personas de una cochura evangélica apabullante, también hemos acogido la fragilidad humana, lo débil. A pesar de nuestra “eterna juventud” trabajamos y oramos -por eso amamos- y esto nos lleva a preguntarnos por nuestro propio “cómo” y “desde donde”. Nuestro lugar en una vida religiosa que presa de un pasado y cautiva de un futuro olvida los presentes.
Puede ser… que religiosos y religiosas de una generación JASP vivan algo, piensen en silencio, quieran alguien y anhelen simplemente “otra cosa”.
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