Ojalá:

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Moisés lo dijo así: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”

Nosotros podemos decir: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

Esa invocación es nuestro modo de decir: ¡Ojalá nuestra vida profetice la voluntad del Señor, hable de sus mandatos, imite su infinita caridad para con todos! ¡Ojalá la alegría profetice en nuestro corazón, ilumine nuestro rostro, para que siempre digamos bien de Dios! ¡Ojalá en nuestras palabras aletee incansable una profecía de esperanza! ¡Ojalá todo nuestro ser vaya diciendo que Dios es amor!

La Eucaristía que celebramos es profecía del Reino de Dios, anticipación del banquete celeste, semilla prodigiosa de esperanza desmesurada.

Quienes participamos en ella, transformados en Cristo por la fuerza del Espíritu, estamos llamados a ser buena noticia para los pobres, profecía de salvación que pronuncia para ellos el amor eterno de Dios.

¡Ojalá todo el pueblo del Señor sea profeta!

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