HACIA UN NUEVO PARADIGMA: ASUMIR LA INCERTIDUMBRE
Luis A. Gonzalo Díez, Javier Monserrat, M. Beatrix Mayrhofer y José Cristo Rey reflexionan en este número monográfico sobre el nuevo paradigma que se abre para toda la Iglesia y para la vida consagrada. Una oportunidad de fecundidad para quienes tengan visión.
El centro de la vida es la misión, asumida y entendida como reto y tarea. Como gracia y don de pertenencia. Solo desde esa perspectiva de gracia conseguimos entender este don que es abrazar un tiempo nuevo. Algo así como si entrásemos en discernimiento para poner en entredicho las seguridades que, hoy por hoy, no nos permiten decisiones nuevas, ni discursos que las sostengan.
Se ha hecho evidente que el sostenimiento estructural de lo que conocemos no garantiza el futuro, porque tampoco está garantizando el presente. Asumir este cambio de paradigma, ciertamente, nos obligará a tomar decisiones hoy que cuestionan nuestras seguridades. Aún más, algunas nos desconciertan y duelen. Pero sin la asunción de ese cambio estructural notable, no garantizamos un principio básico de la generosidad de la vida religiosa: ser cauce del carisma para tiempos venideros.
Buena parte de la vida religiosa actual está empezando a intuir que es el momento de pronunciar con fe el Nunc dimittis. Pero ha de hacerse con la esperanza gozosa de haber sembrado y facilitado que la nueva semilla de la vida religiosa encuentre su tierra, su abono y su sol en los tiempos nuevos. No hay otro camino para la consagración sino el de asumir ese diálogo eterno que vida y muerte mantienen desde los orígenes de la creación.
En un mundo donde todo y todos nos predisponemos para ganar, un grupo de mujeres y hombres, que amen su pobreza y la agradezcan, pueden ofrecer un mensaje que es prepararse para perder. No por trágica consecuencia del fracaso, sino por alegre asunción de la bienaventuranza. Un tiempo como el nuestro, nos va denunciando, casi de manera escandalosa, que hay que volver a una experiencia mística, limpia y clara para reflejar a Dios. Salir de los esquemas de consumo y poder para ofrecer a Dios, es una auténtica necesidad.
Nuevo paradigma, nuevo escenario, nueva vida, nos invitan, más desde la fe que desde la seguridad, a vivir en búsqueda. Solo desde la pobreza de quien lo espera todo de Quien puede hacer nuevas las cosas, descubriremos la promesa de primavera, no tanto en los datos cuantificables, cuanto en la calidad de las comunidades y presencias, porque evocarán, con pocos medios y palabras, que la fraternidad gratuita de Dios es el gran signo de nuestro tiempo.