El pasado no determina el futuro. Pero nuestra historia, todo lo que hemos vivido, afecta a nuestro presente de manera positiva o de manera negativa. Aunque no seamos conscientes de ello, nos condiciona. Nos hace ser como somos. Podemos decidir vivir el presente de una manera que proyecte un futuro con dirección y propósito. Las metas son el inicio de las pequeñas acciones dirigidas a lograr los grandes objetivos.
Pasado, presente y futuro
Podemos cambiar las grandes expectativas de futuro por el reconocimiento y agradecimiento de las pequeñas cosas del presente. Si pasamos la vida esperando que lleguen a nuestra vida grandes logros y creyendo que éstos nos harán felices, será grande la decepción y la frustración. Habremos pasado la vida esperando que llegue lo que nos falta, que se cumplan nuestras ilusiones y nuestros sueños. Y no veremos lo que ya tenemos para agradecerlo. Paralizados en la espera. Se trata de desarrollar el potencial, de crecer. Eso es lo que nos ayudará a lograr los resultados que queremos y el cambio que deseamos.
En el recorrido de estas páginas, en el trabajo que tú podrás hacer con ellas, llevarás a cabo decisiones de cambio que consideres adecuadas. Podrá ser una buena experiencia para ti. La nueva forma de interpretar tu vida, viajará contigo.
Quizá has de sacar de ella todo aquello que la frena. Y meter todo lo que, de alguna manera, te acerque a la vida que quieres conseguir. Suena fácil, pero sabes que no lo es. Has de limpiar tu presente de las influencias negativas del pasado. Lo que te molesta y te ata ya no es lo que viviste sino lo que ese pasado trae a tu presente.
De momento es importante asimilar en qué punto estás del camino. Recorrer el presente y convertir el cambio en una realidad deseable. Abrirte a todo lo que te quiera enseñar. Y dejarte sorprender. «Caminante no hay camino, se hace camino al andar».
Situados en este tiempo buscamos escudriñar con esmero el crecimiento personal y espiritual de la propia existencia a los ojos de la fe. La clave decisiva de lectura es Jesucristo. Es Él el que puede abrir los sellos y revelar el designio de Dios.
Tres historias
La historia de Jesús contiene tres historias, inseparablemente unidas. En primer lugar, está la historia particular de un hombre, judío, llamado Jesús de Nazaret que vivió, amó y fue crucificado al comienzo de nuestra era; historia que es leída y entendida desde las promesas, realizaciones y esperanzas de Israel. En las vicisitudes de este pueblo es donde Dios fue modelado la vocación humana como vocación divina.
La suya es al mismo tiempo la historia de los seres humanos necesitados y buscadores de liberación y de sentido en sus vidas. Ciertamente, Jesucristo es un individuo humano: pero es también un concreto universal y universal concreto. Nos contiene a todos. Su historia es representativa de las múltiples historias humanas.
Incluida en ella está también la historia de amor y de alianza de Dios con todos nosotros. Jesucristo es la revelación personal de Dios. Es el Verbo de Dios encarnado y el emisor del Espíritu. Las tres constituyen una única historia de salvación.
La cristología es antropología
La cristología es una antropología; en el fondo de nosotros encontramos el rostro de Cristo; y contemplando el rostro de Cristo, cada persona descubre lo mejor de sí misma.
La cristología es una biografía; la biografía concreta de Jesús es la figura concreta de la cristología: las edades de su vida, los misterios de su trayectoria terrena, los momentos de encrucijada y de pasaje…
La teología es un ejercicio sobre el matrimonio entre la Palabra y la carne, un poema infinito sobre el misterio de la encarnación. «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14).
La lectura creyente de la vida requiere que estemos psicológicamente despiertos. Si estamos dispersos o perdidos, lejos de nosotros mismos, no lograremos ver claro; se requiere capacidad de silencio, capacidad de asombro ante las maravillas de la vida y las maravillas de Dios. Estamos llamados a aceptar y amar nuestra vida tal como es en el presente, escucharla de manera orante. Conviene recordar el principio soteriológico: «solo se redime lo que se ama».
Comer la Palabra
Una metáfora que expresa con claridad la tarea que se propone hacer es la del profeta que tiene que comer el libro. El profeta Ezequiel tuvo que comerse el libro de la palabra para integrar su vocación y misión profética, que incluía mensajes que no eran agradables. «Come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel…, lo comí y fue en mi boca dulce como la miel» (Ez 23,1-3). La misma bella y expresiva imagen se repite en el Apocalipsis: el profeta devora el libro, y le sabe a miel en la boca y amargo pero amargo en las entrañas (cf. Ap 10,10). Es también un precioso símbolo de la tarea de integrar que estamos haciendo nosotros. Estamos llamados a integrar lo que está disperso y descolocado, guiados por nuestra nueva vocación y misión, tal como se ha ido concretando en nuestra historia de salvación.
Para avanzar hemos revisado nuestras cargas del pasado para liberarlas y caminar ligeros con el aprendizaje de todo lo vivido. Para dar paso a nuevas experiencias. Para proyectar el futuro que se está fraguando en el presente. El lugar en el que se está hoy es el diseño que se tendrá mañana.
En el recorrido de estas páginas podrás realizar un boceto de lo que será tu futuro si tomas la decisión de hacerlo.
Esta fábula de alguna manera te anima a abrirte a nuevos horizontes, a proyectar un futuro ilusionante, lleno de vida.
El pájaro y el árbol de frutas
«Cuentan los más ancianos habitantes del lugar que había un pequeño y bello pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un solitario árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica.
Un día, una intensa ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio. Agotado, lamentándose de su mala fortuna, el pequeño pájaro consiguió llegar a un bosque lleno de frondosos árboles cargados de ricas frutas de dulce sabor y bellos colores. Cuando el pájaro se posó en una rama de uno de esos árboles frutales y probó la dulzura y el frescor de las frutas, dio por buenas todas las tribulaciones pasadas en tan larga travesía».