viernes, 29 marzo, 2024

#NoTincPor

Ese fue el clamor popular en Barcelona el pasado mes de agosto, inmediatamente después del atentado terrorista: “No tinc por”, no tengo miedo. Las redes sociales, como nunca, se hicieron eco de ese grito.

Un periodista calificó de “bravuconada” la tan repetida frase, lo cual me parece bastante injusto. Creo que siempre es más importante escuchar lo que se quiere decir, que las exactas palabras usadas para ello. Mi comprensión de la frase, en ese contexto, es que la gente gritaba que, a pesar de tener miedo, no querían dejarse vencer por él, en contra de lo que querían los violentos.

El miedo es una emoción que sirve para protegernos de los peligros, pero cuando no se basa  en riesgos objetivos sino en nuestra propia imaginación o en lo que otras personas nos dicen, entonces nos bloquea, generando a su vez más miedo y ansiedad. Como dijo el presidente Franklin Roosevelt: “Déjenme proclamar mi firme convicción de que la única cosa a la cual debemos tener miedo es al miedo mismo”.

La expresión “no tengas miedo” se repite de manera literal en la Biblia más de 100 veces y, según algunos, más de 300 si tomamos en cuenta expresiones similares. Pareciera que el Señor, profundo conocedor de la naturaleza humana, quiere estimularnos a no quedar presos de nuestros miedos y a actuar con la santa libertad de los hijos e hijas de Dios.

Martin Luther King, que sabía por propia experiencia lo que significa tener miedo, sugería cuatro caminos para dominarlo: primero, enfrentarse directamente con los propios temores y preguntarse honradamente por su origen, en lugar de reprimir o ignorar ese sentimiento; segundo, a través de la virtud de la valentía; en tercer lugar, el temor es dominado por el amor y, finalmente, por la fe. Y cita, en uno de sus famosos sermones, las palabras de unos versos que figuraban antes en las casas de muchas personas cristianas: “El miedo llamó a la puerta. La fe fue a abrir. No había nadie.”

Recuerdo muy bien el impacto que me produjo la pregunta: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”, la primera vez que la leí en el libro “¿Quién se ha llevado mi queso?”. No está mal dejarse interpelar por esa pregunta tan directa, hoy de nuevo: ¿Qué haríamos, como Vida Religiosa, si no tuviéramos miedo?

Vida Religiosa, octubre 2017

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