Navidad, nace el que nos enseña a amar

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El año pasado celebrábamos las fiestas de Navidad en grupos reducidos, en el miedo de las familias a reunirse, en la semipresencialidad de la misa del gallo y de otras celebraciones… ¡no vaya a ser que nos volvamos a contagiar! –repetíamos todos- manteniendo las distancias. Parece que este año no va a ser algo distinto. Vemos manifestaciones de negacionistas por toda Europa que no quieren más confinamientos, pero que tampoco se vacunan. El virus parece que sigue ahí -al acecho- para recordarnos que formamos una única comunidad, un solo cuerpo… y que esto es cosa –responsabilidad- de todos.

Un año más, lo extraordinario de poder celebrar lo ordinario nos tendría que impulsar a vivir con un corazón agradecido, a poner el foco en los pequeños detalles de cada día, a observar los milagros asequibles y cotidianos. Se trata de vivir conscientes, de ver la vida como aliada y cómplice de nuestra propia existencia, de reconocer y poner en valor todo lo bueno, bello y bondadoso que tiene el ser humano. Los telediarios ya nos recuerdan, a tiempo y a destiempo, la otra cara de la moneda. Y es que, a veces, nos sentimos desprotegidos ante la visualización de tanta miseria, desarmados ante la infinidad de postverdades, impotentes ante la sobredosis informativa o incapacitados para digerir tanta desgracia… o bien nos acostumbramos o bien colapsamos.

Propongo resituar nuestras fuentes y modos de información, desarrollar una pedagogía de la armonía, el equilibrio y la templanza con nuestros hermanos y hermanas y, por supuesto, con nuestro hábitat, la tierra. Lo primero de todo, hacer algún momento de silencio al cabo del día, percibir los ruidos, agradecer la música si la hay, distinguir lo que oímos y/o escuchamos; propongo reeducar la mirada, buscar el cielo, descubrir los matices de azules, grises y ocres… e inspirar profundamente varias veces dando gracias; propongo tocar la piel de un árbol su rugosidad y aspereza, sentir la fuerza o la caricia del viento e inspirar y dar gracias; propongo oler el guiso de la abuela, los libros viejos o recién llegados, el café recién hecho e inspirar y dar gracias; propongo, en definitiva, saborear la vida que está llena de detalles que la hacen luminosa e irrepetible. Propongo abrir los brazos y acoger este regalo inmenso que Dios nos hace cada día.

Es Navidad. Las calles se llenan de luces, las tiendas, los regalos, las cenas, las guirnaldas… que nada ni nadie nos impida conectar con la alegría hecha esperanza que brota de celebrar que el Hijo del Hombre ha nacido para amarnos y, también, para enseñarnos a amar. Que no nos distraigamos, que no confundamos lo principal con lo accesorio… Permanezcamos unidos como comunidad, como familia o como amigos en esta escuela de la vida que nos lleva a la esencialidad, a la consciencia preclara de que el Niño Dios solo puede amar a todos… y por eso, cada año, celebramos que es Navidad.

Feliz Navidad 2021.