Para la FundéuRAE, “polarización” fue la palabra de 2023. Según dicen, puede que la de este año sea “suscripción”. Ambas tienen que ver con lo que vivimos en la vida consagrada. Usamos a menudo la primera –polarización– para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas (en referencia a los polos), en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación. Se aplica al campo sociopolítico y también al eclesial. Algunos políticos acusan a un polo de ser de ultraderecha y otros tildan al contrario de ser de ultraizquierda. De esta manera, mediante el uso de etiquetas excluyentes, todos se sienten dispensados del esfuerzo de discernir la verdad. Las consignas sustituyen a los acuerdos. Las trincheras neutralizan un campo de juego común.
También en la Iglesia vivimos tiempos crispados, aunque el reloj eclesial marque la hora de la sinodalidad y del diálogo. Para algunos, por ejemplo, el papado de Francisco representa una nueva primavera; para otros, la antesala de un cisma de grandes proporciones.
¿Tan difícil es aprender a distinguir entre dilemas (excluyentes) y polaridades (navegables)? En su célebre libro Navigating Polarities, Brian Emerson y Kelly Lewis nos enseñan a navegar entre polaridades, a usar con más frecuencia la conjunción copulativa “y” en vez de la disyuntiva “o” cuando deben ser mantenidos en tensión dos aspectos de la realidad, cuando no podemos afirmar uno en detrimento del otro.
Si algo celebramos en la Navidad es precisamente que Dios ha navegado entre polaridades. La fe cristiana confiesa a Jesús como Dios y hombre. En Él se juntan la eternidad y el tiempo, la riqueza divina y la pobreza humana, la inefabilidad y el verbo. Confesar a Jesús significa aprender a integrar los polos de la existencia sin sacrificarlos en aras de la contundencia.
Nuestra vida consagrada está llena de polaridades: persona-comunidad, acción-contemplación, trabajo-descanso, inculturación-interculturalidad, local-universal, cercanía-distancia, diálogo-anuncio, etc. Muchos de los desajustes que padecemos nacen del hecho de tratar como dilemas realidades que no son excluyentes sino complementarias. Estamos llamados a valorar a la persona y también a la comunidad, a practicar la acción y la contemplación, a trabajar y a descansar, a inculturarnos en el lugar en el que vivimos y a propiciar un marco intercultural, a valorar el contexto local y a estar abiertos a la dimensión universal, a acercarnos a las personas y a procurar una distancia profética, a dialogar con todos y a anunciar con vigor el Evangelio de Jesús.
La contemplación del Dios encarnado en el niño de Belén nos brinda la oportunidad de superar la polarización y caminar hacia una espiritualidad del encuentro. No podemos perder tantas energías en luchas estériles. Estamos llamados a navegar entre los polos que enriquecen nuestra vida personal y comunitaria.
Es verdad que en nuestra vida también hay dilemas que debemos afrontar con valentía (o Dios o el dinero; o la gracia o el pecado; o el amor o el odio), pero solo podremos tomar partido por lo verdadero, bueno y bello cuando hayamos aprendido a integrar la riqueza de los polos complementarios. Porque los tiempos no parecen propiciar esta integración, la vida consagrada puede recuperar su fuerza profética si se niega a afrontar como dilemas las normales polaridades de la vida y si, lejos de caer en la trampa de la polarización, se convierte en lugar de encuentro.
No sabemos si al final la palabra de 2024 será “suscripción”, pero en Vida Religiosa sabemos muy bien lo que significa. Con cada comunidad que se cierra, la revista pierde una suscripción. El goteo de cierres es constante en órdenes y congregaciones, sobre todo en Europa y América. No vivimos tiempos expansivos, sino reductivos. Con todo, no perdemos el deseo de seguir acompañando este momento de la vida consagrada, aunque cada vez se torne más difícil. La encarnación de Dios no se produjo en una situación óptima. En tiempos recios se manifiestan con más claridad las convicciones y los propósitos. Jesús sigue naciendo en condiciones adversas porque para el amor todos los tiempos son propicios. Los consagrados tenemos una suscripción permanente a esta forma de entender la vida, por más que la polarización se cierna siempre como arma de destrucción masiva. Feliz Navidad a todos los suscriptores y lectores.