A veces todavía se puede oír en algún mercado y en boca de gente mayor esta frase: “Ponme cuarto y mitad de…”. Esa medida peculiar, si pasa por la calculadora se convierte en 375 gramos, pero pierde por el camino esa chispa de mitad… En la Biblia hay mitades memorables, alguna con un punto siniestro aunque no se cumpliera, como aquel famoso juicio de Salomón que, para hacer justicia a las dos mujeres que litigaban por el mismo niño, sentenció que se partiera a la criatura en dos mitades. (1Re 3,16 ss). Un salmista enfermo suplica a Dios: “¡No me arrebates en la mitad de mis días!” (102, 25) y vuelven a aparecer las mitades cuando Zaqueo dice a Jesús: “Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres…” (Lc 19,8).
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