MIRADA CON LUPA JUNIO

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“El Espíritu está susurrando otras formas de vida religiosa”

Maricarmen Bracamontes es una religiosa especial. Benedictina del Monasterio “Pan de vida” de Torreón (México), es de esas religiosas que tienen palabras límpias, directas e incontestables. Ha descubierto, con sus hermanas, que los caminos de la consagración en la vida contemplativa se encuentran cómodos y fecundos en la realidad de las personas. La antropología se convierte así en la clave teológica de comprensión de una entrega libre, total y clara por la humanidad. Maricarmen es monja de un monasterio sin verja, ni claustro. Es un monasterio a “pie de calle”que vive la misma posibilidad y dificultad de la gente más sencilla. Esa, con sus debilidades, son el muro, la verja y clausura, que cada día contemplan.

Maricarmen Bracamontes. Benedictina. ¿Por qué?

Por pura gracia. Había conocido otras congregaciones y no me había sentido, como me advirtió un queridísimo amigo, con relación a la “sensación” de discernimiento: “Si no es tu lugar te sentirás como en el metro (de la Ciudad de México) a las seis de la tarde. Y si es tu lugar te sentirás como en la cima de una montaña o como se dice comunmente, como “pez en el agua”.

Benedictina porque ahí encontré un criterio que me ayudaría en lo que más anhelaba.

Dice la Regla Benedictina: “Vea si verdaderamente busca a Dios”.

Es éste un criterio central en el discernimiento vocacional; y, curiosamente, al final del día lo que descubres es que es Dios quien te está buscando y su anhelo profundo es que alcances vida en abundancia.

Cada persona es destinataria de la Buena Nueva, y experimentarla es una condición necesaria para poder testimoniar que Dios quiere recrear nuestras vidas para que, a su vez, nos convirtamos en recreadoras de la vida de las demás.

Un monasterio especial. Describe brevemente un día de la comunidad.

Ya que estamos insertas en una colonia suburbana popular, nuestro día comunitario comienza a las 7:45 de la mañana con la alabanza de Laudes. Esto nos da un espacio de silencio para la oración personal antes de comenzar los múltiples servicios cotidianos en respuesta a las necesidades de quienes nos rodean. Si es lunes, miércoles o viernes, tenemos, también, la oración de Laudes con lectio en un pequeño centro llamado cedimse (Centro de Desarrollo Integral de Mujeres Santa Escolástica) con personas de la comunidad que nos rodea. Este espacio orante se inició prácticamente desde nuestra llegada a Torreón, hace ya 21 años, y no se ha suspendido esa alabanza matutina. En celebraciones especiales también compartimos, las primeras o segundas vísperas de la festividad o solemnidad, con la comunidad más grande.

Después de la oración, cada una se dirige a sus tareas que pueden ser en la casa, o en cedimse, en el Seminario Diocesano, en el Instituto de formación de agentes de pastoral, en la Universidad, en alguna actividad comunitaria, en alguna congregación religiosa o con algún grupo eclesial o social que nos pide un servicio dentro o fuera de la ciudad. Generalmente, todas las que estamos en Torreón en ese momento estamos de vuelta en casa para la Hora Intermedia y luego la comida. Cada quien toma un día a la semana para preparar los alimentos y también para recoger los utensilios de cocina y lavarlos, aunque todas ayudamos. Luego un rato de silencio y descanso y, de nuevo, a los servicios que toquen ese día. Volvemos a encontrarnos a las 19:00 horas para las Vísperas y dos veces por semana también a las 21:00 horas para Completas en comunidad.

Hay en la ciudad dos espacios a los que apoyamos con regularidad: el grupo en solidaridad con el movimiento indígena chiapaneco y el grupo de madres con algún familiar desaparecido.

Desprendes esperanza. ¿Cómo se puede vivir la vida religiosa sin el peso de la escasez de los números?

Buscando en las raíces carismáticas esa manera peculiar en que hemos sido llamadas a dar testimonio del seguimiento.

Los monjes y monjas benedictinos en sus orígenes buscaban crear comunidades. La construcción de la comunidad es una labor ardua y cotidiana. La estabilidad permite la posibilidad de entrar en procesos de relacionalidad profunda y transparente.

Para lograr esto, la Regla Benedictina invita a vivir el “Buen Celo” cuya meta es que cada hermana y hermano abracen con la más ardiente caridad todas las fragilidades físicas y morales propias y la de sus hermanos. Y que cada quien busque el bien de las demás antes que el suyo propio. Así es como “tomando por guía el evangelio” en los monasterios benedictinos, a lo largo de la historia, se han dedicado a orar, trabajar y esforzarse por construir la paz, construyendo relaciones alternativas. Esto no es una tarea sencilla.

Para caminar por estos senderos, las monjas, antes se reunían en grupos de un máximo de doce bajo la guía de una Decana. Un máximo de doce… quizás por esto, y reflexionando en mi propia vocación, no me preocupan los números. Dios llama y convoca… la respuesta se da en la libertad.

¿Desde tu punto de vista, la vida religiosa ha de experimentar un desplazamiento más significativo hacia otros ámbitos y otras presencias?

Sin duda. La vida religiosa está en el mundo para ser testimonio del amor incondicional de Dios. La vida religiosa necesita estar presente en todos los ámbitos sociales y, me parece, ubicándose entre la gente empobrecida y a favor de la misma. En ningún espacio humano habría de estar ausente este susurro de la Ruah Divina: hay otras formas posibles y se están llevando a cabo, ¿no lo notan?

Vives en una comunidad monástica en medio de la realidad. ¿Es el ritmo de la gente, sus sufrimientos y logros, el nuevo clima para la contemplación?

Diría que sí, pero también agregaría que, en realidad, ese ritmo humano es y ha sido siempre clima para la contemplación, como lo fue para Jesús de Nazaret, el Cristo.

Entre los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo es donde te encuentras con la sabiduría divina, ahí es donde ella toca tus entrañas, desde donde se hace posible dinamizar acciones de compasión capaces de sanar y plenificar la vida.

Háblanos de la vida comunitaria. ¿Cómo llenar de oxígeno nuestras relaciones, cómo superar la pura relación funcional?

Para nosotras hay dos pilares: el compartir diario de la Palabra, que no es sólo el recitar los salmos en forma rutinaria en la liturgia de las horas, sino el hacer de la lectura de los salmos una oración pausada y reflexiva, y el tratar de encarnar esa Palabra a la manera de una lectio cotidiana, este es el corazón de la comunidad; desde ese centro se irradia y se empapan todos los demás aspectos de la vida.

El otro pilar es el esfuerzo consciente por trabajar todo aquello que necesita ser curado en nuestra vida personal y comunitaria. Es el arduo trabajo de la madurez humana como base del crecimiento espiritual, que facilitará relaciones de transparencia y honestidad para lograr encuentros verdaderos y, esperamos, la comunión.

Es aquello que está en las raíces de nuestra vida monástica: la dinamicidad del “monachos”… quienes buscan hacerse una o uno individual y comunitariamente.

¿Qué le diría Maricarmen Bracamontes a alguien que inicie su vida religiosa?

Le diría que si esa es su vocación y está respondiendo a ella con todo su corazón, con toda su mente, con toda su alma, con todo su ser… es que ha emprendido el camino de la felicidad que nadie le podrá arrebatar nunca en su vida. Y es lo mismo para quienes se sienten llamados al matrimonio o a la vida de soltería o lo que fuere. Se trata del florecer de la vida. Creo que si la decisión que se ha tomado lleva a la persona a desplegar poco a poco el potencial de su ser, ahí está proyectando su imagen y semejanza divina… y eso es verdaderamente maravilloso.

¿Y a alguien que esté en la última etapa?

Le diría que es una gran alegría encontrarle y conocerle y que me llena el corazón de agradecimiento. El testimonio del amor de Dios en la gente que está en la última etapa de la vida, me llena de ánimo. Le diría que es alguien muy importante y que tiene la oportunidad de transmitir lo mejor del carisma y ser una persona gestora de futuro.

Para mí la intergeneracionalidad es algo esplendoroso. A la manera de la Visitación, del encuentro entre Isabel y María, se reafirma y recrea el proyecto amoroso de Dios para su Pueblo: la igual dignidad de las hijas e hijos de Dios.

En el proyecto de Dios se acabaron los tronos y emerge la fraterno/sororidad y la amistad.

En mi comunidad las hermanas mayores han sido luz en mi camino, por su alegría, su generosidad en el servicio, su gratitud, su adaptabilidad a los cambios. Para mí, tanto las hermanas mayores como las más jóvenes tienen la potencialidad de gestar la esperanza.

Completa la frase: La vida religiosa dentro de la Iglesia tiene que ofrecer…

La verdad es que no me gusta mucho lo que suene a obligación o deber. Pero desde luego no eludo la pregunta y si la vida religiosa se tiene que caracterizar por algo en la propia Iglesia ha de ser por su testimonio de gratitud y de gratuidad.

Para concluir: háblanos de tus sueños. Qué anhela Maricarmen Bracamontes en la vida…

Que podamos liberarnos del engaño. Que no nos dejemos confundir por tantas falsas ofertas que no conducen a ningún sitio sino a la insatisfacción, la frustración y el desánimo.

Mi sueño es testimoniar, de manera sencilla y cotidiana, que se vive porque hay una divinidad que ama a cada persona y a la humanidad entera sin condiciones, y esto lo podemos irradiar entre nosotros en todos los ámbitos de la vida.