MÁS QUE UNA FOTO

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DSCN1802Mª Carmen y Teresa Sesma: «El siglo XXI ha traído que la Iglesia tenga las puertas más abiertas»

Nuestra foto de mes es, cuando menos, curiosa. Teresa y Mª Carmen, son dos hermanas gemelas y religiosas escolapias que han cumplido los 90 años. Narran, no sin sentido del humor, cómo ha sido su trayectoria vital y sobre todo cómo han ido descubriendo su biografía como historia de salvación. Casi nunca se han encontrado en los «destinos». Ahora, en la etapa de descanso, vuelven a vivir juntas, como en la infancia, y lo hacen, las dos, con una lucidez poco frecuente. Son testimonio, por duplicado, de que la vida religiosa no se cansa, ni se agota, ni envejece… La vida religiosa es sabia, cuando sabe acompañar, en cada tiempo, el paso de Dios por su pueblo. Teresa estudió Matemáticas y Carmen, Derecho Canónico. Números y cánones hicieron en ellas síntesis perfecta: misión en la escuela.

Teresa tiene 90 años y se educó en el colegio Calasanz de Zaragoza. Desde muy pronto sintió la vocación escolapia, como su hermana, pero no pudo entrar –desgraciadamente para ella– hasta los 21 años, porque no tenía el permiso paterno. Sin embargo, su hermana Carmen –su gemela– ya estaba en la vida religiosa. Teresa recuerda con mucha viveza como el 7 de junio de 1946 casi a “hurtadillas” salió de su casa para integrarse en la comunidad del Calasanz, su colegio. En ese momento estaba estudiando 3º de Matemáticas en la Facultad de Ciencias y ese día tenía examen, así que, a su familia no le sorprendió que madrugara… a partir de ahí comienza su historia como escolapia: noviciado en Andéraz (Navarra), colegio Calasanz, Pompiliano… una vida “a tope” –como dice ella– y llena de aulas y alumnas. Luego vinieron los servicios a la comunidad, a la provincia, pero sin dejar de “hacer” escuela. Hasta que en el Capítulo General de 1983, por decisión del “Espíritu y de las hermanas”, fue elegida superiora general y reelegida en 1989. Durante 12 años trabajó con un buen equipo tratando de sembrar “esperanza”, como le dijo el Cardenal Pironio el día de su elección: “estar atenta a las directrices de la Iglesia, impulsar a vivir, cada vez más, el carisma escolapio en el “hoy” y afianzar las raíces, trabajando y orando. A nivel Instituto, recobrando el compromiso sagrado del cuarto voto, que había pronunciado y querido para su Congregación nuestra Madre Fundadora”. Ha vivido acontecimientos memorables en la Iglesia y en su Instituto, y también ha conocido la ilusión y el sufrimiento de las hermanas.

Carmen Sesma Biarge tiene también 90 años e ingresó en 1943 en las Hijas de María Religiosas de las Escuelas Pías. En aquel momento había terminado 7º de bachiller y tenía que examinarse de reválida unos días más tarde. Ingresa en el noviciado de Navarra y aprende a amar a las hermanas y a Dios… Estudios universitarios y destinos marcaron sus inicios: Zaragoza, Logroño, Andéraz, Soria y Roma… Una vida feliz y entregada a las alumnas y a las hermanas. Recuerda, como un acontecimiento cargado de ilusión, el Concilio Vaticano II que hizo pensar y reflexionar en aquel momento a la congregación y a la Iglesia y, sobre todo, intentar llevar a la vida todo lo que acontecía. En 1977 marcha a Roma donde es Consejera General y donde aprovecha el tiempo también para estudiar Derecho Canónico. Esto lo agradece como un momento especial que le permite conocer la congregación de forma más amplia y rica. Cuando vuelve a España vive en la casa de noviciado y esto supone un reto para ella.

Después de una vida religiosa dilatada ¿Qué balance hacen?

T.S.: Tengo que decir que he sentido en todo momento la mano amorosa y providente de Dios y el apoyo de las hermanas. Luces y sombras me han acompañado durante esta larga trayectoria, pero todo lo ha hecho fecundo el Señor. Solo me queda dar gracias a Dios porque he experimentado el sentido universal de Iglesia y de Instituto, el amor de las hermanas y que Él obra, siempre que le dejamos obrar.

C.S: Por supuesto un balance positivo. El Señor, que me conoce bien, me ha ido llevando de la mano y me sigue llevando a mis años. Me ha ayudado en mis dificultades, en toda circunstancia, positiva o negativa. Mi vida tiene que desbordar en acción de gracias.

Durante este tiempo han sido testigos de cómo han cambiado las cosas…

T.S: A lo largo de los 67 años que llevo de profesa es lógico que se hayan producido cambios, la vida religiosa no es estática. Lo importante es que estas adaptaciones no nos lleven a mermar nuestra identidad, sino a potenciarla, a seguir siendo “amigos fuertes de Dios”, como dice Santa Teresa y, en consecuencia, amigos fuertes del hombre de hoy. Pienso que ha sido buena la “apertura”, “salir” a las “periferias”, a los países del tercer mundo, y la comunión entre los distintos Institutos. La unión en el Espíritu da la fuerza. Con un grupo de CONFER visitamos monasterios de clausura. Llevo perteneciendo a uno de los grupos de visitadoras, desde que se fundaron, hace unos 18 años. Se palpa realmente en los encuentros el espíritu de comunión. No vamos a dar, sino a compartir. Gozamos todas unidas.

C.S: Los cambios que he ido detectando y viviendo no me han causado trauma. Considero que las estructuras son necesarias, que tienen que cambiar al correr del tiempo, más o menos rápidamente; pero sé que Jesucristo, al que me he entregado, y la misión que me ha confiado, permanecen. El Evangelio es el mismo, la Iglesia, abierta al Espíritu, va dándonos luz, el Señor se manifiesta en la historia… Sigo pidiéndole con insistencia apertura a su querer.

¿Cómo se puede seguir siendo misionera, educadora y apóstol cuando se tiene edad avanzada?

T.S: El carisma no es una idea abstracta, es vida, y mientras la vida sigue, el carisma permanece vivo, y por lo tanto la misión. Otras, te interesas, vibras con todo, y procuras ayudar a las hermanas compartiendo con ellas con alegría sus experiencias. Recuerdo a este propósito unas palabras de una religiosa que estaba para morir y desde su habitación, que daba al patio, en el momento del recreo de las alumnas percibía el ir y venir del balón al chocar con el suelo. La enfermera, quiso bajar al patio para que las niñas dejaran de jugar al balón, y la enferma le dijo: “A una escolapia, ni en el momento de la muerte le estorban los niños”. Estaba en esos momentos tan críticos viviendo la misión… ¡Todo por los niños y jóvenes, todo por la Iglesia!

C.S: Desde mi situación actual, cada día que pasa veo con mayor claridad que la misión, ser educadora, evangelizadora, no es cosa de años ni de trabajo. Me siento escolapia, unida a mis hermanas y profesores, que están directamente con niños y jóvenes. Me siento Iglesia. Mi vida consagrada, a pesar de mis fallos personales, que el Señor perdona, sigue siendo misión, aunque no ejerza el ministerio, la tarea. Al Señor, que me ama infinitamente y me llamó y sigue llamando a trabajar en su Reino, le entrego el Instituto, la Iglesia, el mundo, mi vida entera, mis debilidades, mis deseos… (Entrevista completa en VR, febrero[2016]).