Marta dando gracias a la Virgen

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Hace apenas unos domingos, una buena mujer, anciana y enferma, y latinoamericana, por cierto, me encargó una Misa con esta intención: «Marta dando gracias a la Virgen». Me llamó la atención favorablemente. No es nada habitual «intenciones» de este tipo. El 99% por no decir el 100%, son intenciones orando por los difuntos. En alguna parroquia las listas de difuntos son interminables. Casi se asemejan a un listín de teléfonos. Por supuesto es importante poner nombre y dos apellidos, tipo de familiaridad: si es esposa o esposo, hijo o madre de otro finado o de la persona que «encarga» la Misa. A veces pregunto si hay que decir también el carnet de identidad del fallecido; lo digo en broma y sonriendo, claro. El olvido o la omisión de una intención correcta, o incluso su pronunciación equivocada: Luis en vez de Luisa o Antonia en vez de Antonio, suponen, inevitablemente, una visita a la sacristía para protestar, a veces de un modo desproporcionado. ¡Olvidar nombrar públicamente al difunto o la difunta en cuestión se convierten en algo realmente importante o decisivo en la celebración eucarística! Para eso «pagan la misa», después de preguntar sistemáticamente «cuánto cuesta la misa», y por tanto, tienen derecho a un «producto» bien presentado y mejor vendido; es como cuando vas a comprar un par de zapatos y preguntas cuánto cuesta, o un microondas, o un móvil.

Cuando la misa dominical se encuentra especialmente concurrida es «porque» hay un difunto reciente, o bien porque se trata de «un muerto importante» (como dice mi monaguilla de 10 años). Ya se sabe: si hay menos concurrencia de lo habitual es porque hay pocas intenciones, o nombres ya un poco olvidados, o personas que en vida tuvieron poca familia. Uno ya sabe cuándo habrá quorum y cuándo no. ¡Una pena!

El culto a los muertos, de tan atávica raigambre, procedente fundamentalmente de tradiciones paganas, y muy sedimentado en el inconsciente colectivo de los seres humanos, por miedo y otras razones más o menos inconscientes, ha sido siempre una suculenta fuente de financiación de nuestros templos, comunidades y parroquias. Se nota en aquellas parroquias en que hubo un párroco que durante muchos años «alentó» el recordar y pedir por los difuntos. ¡Ahí abundan las misas «de encargo» por los difuntos! Cuando  ha habido párrocos que no han prodigado las misas con intenciones por los finados, hay menos «encargos», y, consecuentemente, menos estipendios. Próximamente, el 1º de noviembre, volveremos a asistir a unas misas y unos templos «llenos» de gente que no volveremos a ver hasta la siguiente conmemoración de los difuntos. O hasta el próximo funeral, sobre todo si el difunto fue «alguien importante» en el pueblo. No necesariamente en la comunidad cristiana.

En fin. Una realidad más de nuestra inevitable, y no por ello nada despreciable, religiosidad popular. Una tarea pastoral a «educar». Habrá que insistir en que seguramente es más importante orar por los vivos y ayudarles cuando lo necesiten; alabar y adorar más a Dios en la Eucaristía, y, por supuesto, como nuestra querida Marta, «dando gracias a la Virgen». Por cierto, cuando terminó la misa en que anuncié (¡siempre hay que anunciarlo el domingo anterior, por supuesto!) «Marta dando gracias a la Virgen», como la mujer me pidió que dijera, alguien se me acercó para decirme: «Ha debido usted equivocarse, no entendí bien quién era esa difunta» ¡Lamentable, pero cierto. Doy fe! Y recordé aquello del Señor: «dejad a los muertos que entierren a sus muertos»; o aquello otro, «Dios es Dios de vivos y no de muertos».

 

3 COMENTARIOS

  1. en este amanecer otoñal, al releer la reflexión de las intenciones de una «misa» y cómo los difuntos influyen en las intenciones y en el ir o no a celebrar la misa me hace pensar en cómo el ser humano muchas veces se deja llevar por los ritos, el querer con cariño seguir teniendo presente al difunto/a y en muchos casos con buena intención. «Una lágrima sobre su tumba se seca, una flor se marchita, una oración la recibe Dios». Sin embargo este culto hace muchas veces que nos olvidemos de los vivos. En todas las EUCARISTÍAS pedimos ya por los difuntos, por todos, sin discriminar a nadie. Y nadie duda que es bueno de vez en cuando recordar a los que nos dejaron y hacerlo en la misa nos honra. Es más la Iglesia católica nos enseña que muchas «almas» gracias a nuestras oraciones podrán alcanzar la felicidad plena. Sin embargo no vamos a entrar polémicas sobre el «cielo» y el «Purgatorio», Jesús nos enseña cuán grande es el amor de Dios y su misericordia pero sobre todo nos enseña que los que AMAN AL QUE TIENEN AL LADO ALCANZARÁN ESA FELICIDAD. Por eso los cristianos no debemos insistir tanto en nuestro culto a los difuntos, que nadie niega esa buena práctica, pero tendremos que hacer más hincapié en la MISERICORDIA, EL AMOR, Y LA ACCION DE GRACIAS. Dar gracias a Dios que nos ama, no anima, nos interpela y nos ayuda a vivir con la esperanza que Cristo vive y también nosotros alcanzaremos la VIDA ETERNA. AMEN

  2. Gracias Jesús : Lo normal es pedir , sobre todo si tenemos un Dios tan explícito .El miedo a la muerte nos hace letales a la hora de pedir por los difuntos , donde estaran , nos observarán lo que hacemos , en defintiva dudas de Fe .
    Esto de pedir por nosotros a la carta es un chollo , pero con trampa , porque si no acierta , ya no es tan eficaz .
    El gran ejemplo que dio Mirta , pidiendo por la Virgen , es de quitarse el sombrero . Gracias Mirta por ser tal humilde .

  3. Si , es una tarea pastoral a «educar»; por eso habrá que educar primero a los que han educado para que lleguemos a a esta característica de nuestra religiosidad popular.Un saludo

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