Lo afectivo es lo efectivo

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Gonzalo Fernández Sanz

Director de VR

Cuando llegue a los lectores este número de Vida Religiosa es muy probable que tengamos ya un nuevo Papa. En el número de junio podremos expresarle nuestra disposición a caminar con él en esta nueva etapa de la Iglesia. La vida consagrada solo se entiende dentro del pueblo de Dios, en comunión con sus pastores. Esperemos que siga profundizando el camino sinodal, la cultura del encuentro, la pasión evangelizadora y la propuesta de una Iglesia acogedora y misericordiosa. La “alegría del Evangelio” no es una moda pasajera, sino la entraña misma de la misión de Jesús.

En este número de mayo nos hacemos eco de la muerte del papa Francisco. Sus doce años de pontificado han dejado una huella profunda en nosotros. Además de dedicarle las columnas de nuestros seis colaboradores habituales, incluimos un encarte de 24 páginas para agradecerle todo lo que hizo por la vida consagrada, hacer memoria de sus gestos y palabras y recoger algunas de sus orientaciones. Contamos con las reflexiones de varios especialistas en vida consagrada y con el testimonio de hombres y mujeres cercanos a nuestra revista que tuvieron una relación especial con el papa Francisco. En sintonía con el Jubileo que estamos celebrando en este año 2025, él fue un verdadero “peregrino de esperanza”. No se rindió ante las voces que presagian el declive de la vida consagrada. En todo momento nos animó a ser lúcidos y pacientes, a confiar en el futuro que el Señor nos prepara porque “sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8,28).

En las páginas que siguen prestamos atención también a la 54 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa. El tema de este año –“Lo afectivo es lo efectivo. Fuerza y drama de la afectividad en la vida consagrada”– ha puesto el acento en una dimensión esencial de esta forma peculiar de seguir a Jesús. Es verdad que las frecuentes noticias de problemas y escándalos en este campo restan credibilidad a la fuerza profética de la afectividad consagrada, pero su verdadero drama consiste en reducirla a una mera contención que no expresa con claridad la pasión por Jesús y su Reino. Prisioneros del individualismo, del narcisismo y del egocentrismo, experimentamos a menudo que la afectividad consagrada se convierte en barrera para una vida sana y plena. La Semana nos ha ayudado a poner nombre a las perversiones y manipulaciones personales, comunitarias e institucionales que la desfiguran. Esta toma de conciencia nos ayuda a no sucumbir a un espiritualismo que cubre nuestra humanidad mediocre y acomplejada con el barniz de una fingida espiritualidad.

Pero nos ha invitado, sobre todo, a descubrir el cuerpo como don, a explorar los lenguajes del afecto y su trascendencia, a descubrir cómo el amor de Cristo toca la raíz de nuestro ser, a poner nombre a las heridas, perdones y amores, a ordenar el corazón, a examinar nuestros vínculos y a vivir la misión como una tarea del corazón. La afectividad consagrada es, en definitiva, una manera de vivir como Cristo, poniendo nuestro centro en Dios y haciendo de nuestra vida una eucaristía permanente.

En las próximas semanas aparecerá el libro que recoge todas las ponencias y comunicaciones. Tenemos suficientes estímulos para la reflexión personal y los encuentros formativos comunitarios.

La Semana, además de ser una propuesta anual de formación permanente, es también un evento que promueve el encuentro entre miembros de distintos institutos. Podríamos decir que es como una maqueta de la vida consagrada en España. Quizá el rasgo más sobresaliente es su rostro internacional e intercultural. Junto a los consagrados autóctonos, generalmente de edad madura, abundaban los rostros jóvenes de hombres y mujeres venidos de África, América y Asia. Aunque invisibles, otros muchos consagrados se conectaron a través de internet. La modalidad híbrida (presencial y en línea) hace que la Semana llegue a muchas personas y comunidades de todo el mundo, sobre todo de América. Parece evidente que el futuro pasa por la interculturalidad. Todos debemos prepararnos para ella con actitudes de apertura y habilidades específicas.