Jolanta Kafka
Misionera Claretiana (Reus, España)
Entré en su habitación. Me saludó brevemente: “Siéntate primero y déjame mirarte… ¡qué alegría verte! Espérate, no me digas nada…; déjame que disfrute de que estás”.
La cogí de la mano, intentaba contener este momento intenso sin palabras. Pasó algún minuto; se me llenaban la garganta de palabras y los ojos de lágrimas. Creo que lo intuyó y me preguntó:
– ¿Tienes prisa?
– No –le dije–. He venido para estar un rato contigo.
– Pues quedémonos todavía un rato en silencio -y, sonriendo, añadió –: ¡qué bien que estás!–.
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