sábado, 20 abril, 2024

La mejor experiencia

En distintas ocasiones, trabajando con grupos de religiosos/religiosas, he invitado a reflexionar en la pregunta: ¿Cuál ha sido tu mejor experiencia en la vida religiosa, una experiencia que te haya llenado de vida y energía?. Siguiendo los principios de la Indagación apreciativa, cada persona compartió esa experiencia con otra persona, y luego se trabajó en pequeño y gran grupo, de manera que uno podía sentir cómo la energía positiva del grupo iba creciendo progresivamente, a medida que se construía sobre aquello que nos da vida, en vez de centrarse en los problemas y lo que nos quita vitalidad.

Pero lo que quiero hoy destacar es una especie de denominador común en la mayoría de respuestas. Aunque las situaciones vividas por cada persona fueron muy distintas y variadas, solía coincidir que las experiencias que más vida y energía les habían dado eran aquellas que les habían obligado a salir de su zona de confort y comprometerse en un camino inexplorado.

Creo que esto es también válido a nivel institucional, como cuerpo colectivo. En la medida en que como familias religiosas somos capaces de abandonar nuestra zona de confort y explorar nuevos caminos, en esa misma medida sentimos crecer la esperanza, la vitalidad, el entusiasmo.

¿No es una buena demostración de esto el enorme entusiasmo que se ha generado en la Iglesia cuando el Papa Francisco ha puesto el foco en una Iglesia en salida, más que en el mantenimiento de la institución?

Es un mensaje importante para quienes tenemos responsabilidades de gobierno en la vida religiosa. Si gastamos más energías en el mantenimiento de lo que existe que en ayudar a nacer la novedad del Espíritu, no nos extrañemos de resultados un poco desalentadores. Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo, decía Einstein.

La invitación a dejar la zona de confort es para todos los religiosos y religiosas. Forma parte de nuestro ADN, aunque a veces nos acomodemos y pidamos a gritos que nos dejen en paz. Pero sabemos que lo que está en juego es nuestra vitalidad, nuestro futuro.

Y tú, ¿cuándo fue la última vez que tomaste una decisión audaz? ¿Qué estás dispuesto o dispuesta a arriesgar?

(Vida Religiosa, abril 2017)

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