Entra, comunidad eclesial en camino hacia la pascua, entra en los misterios que te revela la palabra de Dios.
Como el pueblo de Israel que celebró la pascua al entrar en la tierra prometida, tú, reconciliada con Dios en Cristo Jesús, celebras la pascua de la alianza nueva. La tierra en la que ellos entraron, era figura de Cristo, la tierra buena y fértil en la que tú has entrado por la fe. La pascua que ellos celebraron, era figura de la pascua de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Los frutos de la tierra prometida, con que ellos se alimentaron desde aquella pascua, eran figura de los bienes espirituales y celestiales con que, en Cristo, has sido bendecida por el Padre del cielo.
Como aquel hijo que vuelve a la casa paterna después de derrochar en un país lejano la herencia que había recibido, tú, que te confiesas pecadora, vuelves a tu Padre, vuelves a sentir sobre tu cuerpo herido la ternura de su abrazo, el calor de sus besos, vuelves a conocer la abundancia de su casa, vuelves a vivir.
La Eucaristía que celebras es la pascua de tu entrada en la tierra que Dios te ha dado, la pascua de tu entrada en Cristo Jesús.
La Eucaristía es sacramento de la fidelidad de Dios a sus promesas, y es prenda de tu entrada en la gloria con Cristo resucitado.
La Eucaristía en la que hoy participas, es el banquete de fiesta que Dios ha preparado para ti, porque volviendo a casa, has llenado de alegría su corazón de padre, pobre porque le faltabas tú.
Haciendo camino con el pueblo de Israel, con aquel hijo que se había empobrecido hasta la miseria, hoy te has acercado al misterio de tu propia pobreza, una pobreza que el amor de Dios quiso transformar en abundancia de bienes, en plenitud de gracia, en fiesta para el cielo y para ti.
Que ningún pobre se aparte de ti sin saber que está llamado a esta gracia, a esta abundancia, a esta fiesta. Que ningún pobre se aparte de ti sin que tu pan y tu corazón le hayan hablado del amor que Dios le tiene.
Feliz domingo.